Cocodrilo: un evento extraordinario

Julia Yerves Díaz: Cocodrilo: un evento extraordinario.

|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Nuestra capacidad personal para encontrarnos en situaciones por demás improbables pareciera venir ligada a nuestro nacimiento. Pensémoslo así. Hay alguien que ha trazado perfectamente nuestro camino de vida y lo ha hecho absolutamente exacto con caminos rectos, veredas y curvas por tomar. Aparte, ha diseñado eventos importantes en puntos específicos del camino. Escapatoria no hay y más bien nos toca aceptar; somos guiados.

Mis situaciones incómodas más bien traían tintes de presagio. En un salón, donde tras un examen de matemáticas el profesor expresaba que solamente una persona tuvo un mal resultado, yo tenía la certeza completa de que sería yo. Y así era. Ni hablar tampoco de todos aquellos escenarios en los que he terminado por suerte de la vida y que conscientemente, no hubiera escogido jamás. Por decir alguno, una doble amenaza de bomba en un aeropuerto en París, a metros de mi existencia petrificada. De nuevo, no está en nuestras manos.

El cuento largo que toca hoy fue escrito en 1865 a manos de Fiodor Dostoievski. Las circunstancias, improbables y serias, han rebasado absolutamente mi capacidad de asombro. No por la historia, que en sí es increíble. Sino por la gran astucia de la escritura y el entretenimiento franco que de muchos párrafos se desprende.

Así, conocemos la historia de Iván Matvieyich, un hombre de la clase alta social rusa que al acudir con su mujer Elena Ivanovna, y su secretario y amigo Semión Semionich, a mirar en cuerpo propio la exhibición de un cocodrilo, termina, por suerte de su destino, tragado por el gran animal. El horror, apenas disimulado, se ve pronto opacado por el hecho de que Iván Matvieyich fue literalmente engullido, pero no masticado. Y a partir de este punto, la historia cambia.

Iván se mantenía vivo dentro del cocodrilo. Podía hablar, expresar sus necesidades, dar instrucciones a Semión y soñar con nuevas formas de convivencia en la humanidad. Digamos que dentro del cocodrilo su vida adquirió una nueva perspectiva. Lucraría con su condición de preso vulnerable y daría grandes charlas expresando sus ideales evitando ser visto y prefiriendo ser escuchado desde el fondo del cocodrilo de quien aseveró, su interior era hueco y suave, como si describiera un abrazo amable.

Su destino, más probable que improbable tras su condición, se tornó trágico. El cocodrilo fue vendido a un hombre poderoso que se comió el cocodrilo en totalidad, dejando de él, absolutamente nada.

Lo más leído

skeleton





skeleton