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Con el pasar de los años, se vuelve un ejercicio recurrente mirar hacia atrás, a la época cuando las familias podían saberse completas y disfrutar de las fiestas decembrinas con el corazón tranquilo, dispuesto, totalmente agradecido. Ahora, entre sillas vacías, un regalo o dos, menos por comprar y la nostalgia en el estómago, apelamos a un sentimiento de alivio consciente.

Para otros, los que se preparan realmente y conocen el sentido verdadero de la Navidad, nada los turba. Transitan los días como si fueran caballos que van caminando con una gríngola protegiendo su atención y manteniéndola en lo verdaderamente importante. No es que no sufran o que no hayan perdido a los suyos, sino que aprendieron a encontrar el amor detrás de todo lo que duele. En cualquier caso, para ambas situaciones, es una cuestión de perspectiva.

En “Cuento de Navidad”, de Vladimir Nabokov, estamos frente a una historia que no va en el sentido luminoso, decorado, excesivo y económico de la fiesta. Nos situamos, para dar mejor luz, en una reunión de críticos literarios que como trasfondo tienen la Noche Buena. La historia es la siguiente: un talentoso escritor espera el veredicto de su relato que va muriendo lentamente bajo los ojos de un crítico reconocido. Los minutos, por supuesto, le parecen absolutamente eternos.

Tras el final de la lectura, el crítico guarda silencio y espacia la palabra. Entre “tienes talento”, “esto puede mejorar” y “la personalidad de tu sujeto es débil”, el peso de la decepción cae sobre el joven escritor. Como golpe al estómago, y al ego, se le aconseja escribir un cuento de Navidad. ¿Quería hacerlo? Por supuesto que no. Pero en un impulso que sólo aquellos quienes escribimos conocemos, el ardor de las ideas recorre su mano y se dispone a escribir un cuento de Navidad en plena Noche Buena.

¿Qué escribiría? El joven opta por narrar el exceso, los colores ardientes de un árbol iluminado, las esferas abarrotadas como garrapatas prendidas de una rama de pino ilegalmente cortado, las decoraciones rojas, doradas, plateadas, los muñecos, los dulces, los escaparates de las tiendas donde todo se vive excepto el verdadero significado de la Navidad.

¿Cómo podría lanzarse a ganar el respeto con este cuento habiendo dejado su mejor esfuerzo en el relato anterior? Lo haría con la certeza de que todo lo que se ve alrededor de la fiesta no es correcto ni tampoco incorrecto, sino una cuestión total, y respetable, de perspectiva.

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