Historia de un caracol que descubrió la importancia de la lentitud
Julia Yerves Díaz: Historia de un caracol que descubrió la importancia de la lentitud.
Los pies de mi familia son rápidos. Desde los de mi padre, mi madre, mis abuelas y mis tías, absolutamente todos “corren”; con torpeza y tropiezos festivos. La velocidad heredada en familia pareciera trasladarse también a las manos, a los movimientos del cuerpo. Todos transitan sus días entre velocidad, incapacidad para estarse quietos y resignación forzosa para el descanso al final del día, y de la semana.
Lo he heredado también; me gusta ir rápido, hacer todo a la vez, pensar en todas las direcciones, cocinar tres cosas instantáneamente, partir de un punto cero en la cama para ser un frenesí en la casa buscando en dónde descargar esa energía. Ir rápido, con eficiencia absoluta; consciente.
La contraparte, son todos aquellos a los que les gusta ir lento y otros quienes, por normas de la vida, han visto disminuida involuntariamente su velocidad. Abuelita Rita era el caso, la conocí cuando ya era lenta y hasta sus últimas respiraciones fueron con parsimonia, con paciencia, sin prisa. La nombro con el texto que corresponde a esta semana.
“Historia de un caracol que descubrió la importancia de la lentitud”, del autor Luis Sepúlveda, es una fábula preciosa que deja en perspectiva dos grandes circunstancias de los caracoles: porqué son tan lentos y porqué no tienen nombres. Advierto que no debemos errar al pensar que es una lectura simple, sin profundidad. Por el contrario, está cargada de sentimientos reconocibles, situaciones complicadas de aceptar y un dejo de fatalidad humana que se reconoce como “vida”.
En un grupo de caracoles, existe uno que no para de preguntarse el porqué de su lentitud y porqué no tiene un nombre. En su inquietud de espíritu, emprende un viaje lejos de su país del Diente de León y en su travesía busca respuestas, mismas que le serán dadas por otros animales de acuerdo a situaciones complicadas como la soledad, el peligro fuera de su hábitat y la mano humana.
Al contrario de Rebelde, el caracol con nombre, yo no sabía porqué voy tan rápido y otros tan lento, porqué me llamo como me llamo y tú te llamas cómo te llamas, tampoco sé cuál es el objetivo exacto a cumplir en esta vida, ni cómo hacer para encontrarnos en medio de un mundo veloz y lento al mismo tiempo, cómo hacer comunidad, abrazarnos entre los nuestros y transitar la vida. Quien lea la fábula sabrá encontrar las respuestas disfrazadas entre letras, a tiempos rápidas, a tiempos lentas.