40 años de la segunda generación de la Normal de Valladolid

Leonel Escalante Aguilar: 40 años de la segunda generación de la Normal de Valladolid.

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Fue un sábado pleno de anécdotas y sentimiento. Reencontrarnos después de 40 años valía todos los esfuerzos. Recorrer el angosto pasillo de la iglesia de Santa Lucía en una fila conformada por muy queridos compañeros, me hizo mirar a lo alto del altar y agradecer, con los ojos nublados, por ese momento tan único y especial, como cada uno de los que lo recorríamos.

En 1983, al concluir la carrera, tuvimos una celebración similar en la que más que agradecer, suplicábamos y nos poníamos en manos del gran Maestro para llevar sin miedo y con mucha entereza la labor magisterial que estaba por iniciar. Han pasado, como ráfaga en el tiempo, 40 años que nos permitieron poner importantes cimientos a nuestra propia vida. Experiencias que han dado forma a nuestras almas y a la verdadera esencia de lo que hoy somos.

Nuestro ingreso a la Escuela Normal Federal Experimental (fundada así en 1978) estuvo marcado por muchos matices. Éramos muy jóvenes aún, puesto que iniciamos en ella recién egresados de la secundaria. Con la inmadurez propia de la edad, pero con esas ganas y emociones de poder saber cómo enseñar y dar educación a los niños de las comunidades. Cada uno de nosotros tiene, por supuesto, una historia que contar dentro del magisterio. Muchos recorrieron ríos y montañas y cientos de kilómetros para poder llegar a esas sus primeras aulas, ya sea entre los húmedos pastizales tabasqueños, las templadas zonas montañosas del Estado de México, recónditos poblados de Veracruz o esas empinadas sierras y valles en los altos de Jalisco, donde estuvieron muy valientes compañeros dispuestos todos a sembrar cientos de hermosas lecciones y a transformar conciencias en esa labor tan humanitaria, genuina y a la vez tan vilipendiada como lo es el verdadero arte de educar.

Me tocó hacer lo propio en Yucatán, al igual que 25 compañeros más de esa generación de 40 egresados. Y nos adentramos y forjamos en pintorescas poblaciones con la misma emoción de los que se habían ido fuera del Estado. Y ahí comenzaron inolvidables aventuras que pudimos recordar en una sencilla, pero muy emotiva reunión que tuvo lugar en la Casa Cural en el Centro Histórico de Valladolid. Fue el sitio propicio para ese hermoso reencuentro y les comparto él porqué: el párroco de San Servacio, Pbro. Joel Gualberto Tuz Canul, fue miembro de esta tan privilegiada generación de profesores y con el inmenso orgullo de sentirlo hasta hoy tan espiritualmente cerca de cada uno de nosotros pudimos también recibir su bendición en una celebración eucarística que recordaremos por muchos años.

Una dorada placa, bañada con agua bendita y sinceras oraciones, espera para ser colocada en un rincón de nuestra tan amada Normal de Valladolid. Ese inolvidable espacio escolar en el que compartimos con queridos maestros a lo largo de cuatro años de formación docente de 1979 a 1982. Gracias a todos ellos por sus lecciones y sabios consejos que aún permanecen en los recuerdos de tantos años y que guardaremos hasta el final de nuestros días.

Gracias a esa inolvidable familia de la Segunda Generación de maestros por todo lo aprendido, por su amistad, respeto y solidaridad durante tantos años juntos y por esas sinceras caricias en el alma que debemos guardar como lo que verdaderamente son: regalos de Dios y de la vida. ¡Por siempre juntos!

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