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“Hierbas amigas” (Editorial Nave de Papel, 2023), de Ramón Suárez Caamal, consta de 82 poemas organizados en seis poemarios que bordean, exploran, abrazan el universo vegetal. Con ilustraciones y diseño de Karla Moo Valle, el disfrute de esta edición es triple. Es una creación que apreciará tanto un menor como un mayor de edad, sea del ámbito rural o urbano, sea agroecólogo, urbanista, artista visual, ornitólogo, botánico, docente, entomólogo; sea jardinero, campesino, ambientalista, hortelano, poeta, florista, hierbatero, controlador de plagas, ejidatario, director de parques. La sensibilidad de la voz lírica alcanza a tocar nuestra consciencia; le bastan unos cuantos versos para expandirla. Comparto el poema ocho del poemario Maleza:

Quién eres tú que en tu pequeñez/ te opones al viento,/ quién, cuando en medio del monte/ abres cinco pétalos y proclamas tu reino diminuto./ Mínimo cáliz perdido y encontrado/ por mi buena suerte,/ libaron de tu néctar mis labios/ y supo a miel la miel que no existía./ Ya no pregunto quién eres/ sino quién soy/ junto al supremo trono de lo simple./ Es suficiente/ una sola flor/ en una hierba sola.

A pesar de hablar de hierbas del monte, que a la vista se encuentran aisladas, la poética obedece al sentido de mutuas interacciones y vínculos poderosos e invisibles que mantienen el equilibrio entre las especies, de manera que, como se sabe, nadie ni nada está vivo por sí mismo: la hierba está sola porque la hemos sacado de la agenda productiva.

En las primeras páginas, esa voz explora a seres vivos tan diminutos, que su ejercicio da pie al asombro, como en el poema ocho del poemario titulado “De las hierbas, de las flores, de sus nombres”, que dice: Bajo el sello del musgo/ la lluvia fue tejiendo en las baldosas/ su alfombra de terciopelo. Pero avanza paulatinamente a su objetivo: la flor tan renombrada en la poesía de todos los tiempos, ahora aparece reintegrada a su espina, sus raíces, sus bondades curativas, y a los insectos y pájaros que la rodean, la fecundan o la devoran. Ramón Suárez observa las hierbas y canta a la certidumbre suya de vivir creciendo, sin más, contra el viento, la lluvia y los herbicidas. Es una panorámica integradora que sensibiliza para terminar denunciando las abejas caídas en batalla, a los responsables del exterminio y las consecuencias para todos nosotros, los más efímeros del planeta.

Es así como las hierbas toman la voz y nos confrontan: Perdonen las molestias, estamos levantando/ un puente de bejucos. Así, las tribulaciones de los otros están siendo nuestras, y es notorio el efecto. Hoy, no podemos hablar de arte sin hacer referencia a alguno de los grandes problemas que hemos creado como especie. Celebro que “Hierbas amigas” haya ganado los LXIV Juegos Florales Nacionales de Ciudad del Carmen, Campeche, y se sume a la tarea de salvaguardar lo que garantice el paso de las eras, como ese abrojo que hemos acostumbrado arrancar, sin miramiento alguno, de nuestros jardines, campos, playas. La estética de Suárez ha puesto la mira en el impacto de la industrialización, la biotecnología, y la ambición de unas cuantas empresas, que nos están orillado cada vez más al inminente colapso. Sea esta obra una manera de reeducar dentro y fuera del aula; una incitación al activismo para todas las edades; y por todas las señales de alerta, una nota de esperanza.

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