Conversaciones del “Café entre líneas”

Lourdes Cabrera: Conversaciones del “Café entre líneas”.

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La lectura de obras literarias es una actividad tan placentera, que hablar de esa experiencia entre compañeros afines se convierte en un pretexto para desbordar el disfrute. Sobre todo, si obedece a un acuerdo que facilite la interacción. Estas primeras reflexiones me dejó la oportunidad de acompañar por primera ocasión a los integrantes del Club de lectura “Café entre líneas” que asistieron puntualmente a la cita nocturna, coordinada por Jorge Alberto Esquivel León, “un lector contumaz en busca del texto justo para el insomnio ideal”.

Fue tan grata la charla de hace unas semanas, tejida metódicamente entre todas las participantes -Carmen Algar, Monserrat Cámara, Perla Valderrama, Carolina Romero, entre otras- que al regresar a casa reflexioné sobre la valiosa historia de estas prácticas y lo que han aportado a la vida cultural, particularmente a la apreciación estética.

A lo largo de la historia literaria mundial han existido numerosos clubes de lectura que igualmente adoptaron un nombre o mantuvieron larga vida. Bajo diversos principios y con objetivos puntuales, algunos nacidos en el siglo XX han alcanzado a tocar la puerta de este siglo, mientras que otros, relativamente recientes, ofrecen además particulares maneras de motivar la lectura y el comentario e incluso dejan ver habilidades que abonan al ejercicio central, como por ejemplo, la traducción, el dibujo, la escritura creativa, la investigación literaria, el análisis, la edición.

Como se sabe, estas prácticas grupales ofrecen una invaluable riqueza para cualquier lector, pero en este Club también requieren que se defina, por votación, una obra para leerla y comentarla en tiempo y forma. Existen muchos modos y acuerdos para alcanzar este punto, así como diversos factores que intervienen en lo que parece sencillo, pero estos aspectos ameritan otro espacio para su debido tratamiento. Me interesa apenas destacar algo muy común a todas las sesiones, que no por evidente resulta menos complejo de abordar: la subjetividad. Con ella se puede abrir una puerta a lo diverso y más de una sorpresa. Para cada integrante es posible manifestarse a todo lo ancho de su albedrío, de manera que echan mano del saber escuchar y el saber callar.

En efecto, si nos centramos en el número y la diversidad de edades y habilidades de los integrantes, estos clubes ofrecen un panorama complejo, sin considerar que cada quien, además, adopta ciertas actitudes o llega con cierto estado anímico. Todo esto constituye la posibilidad de que el azar juegue un papel destacado, a pesar de metodologías bien intencionadas. Una vez al mes, “Café entre líneas” suele conjuntar en promedio a una decena de bibliófilos que propician fluidez y orden en sus comentarios, pues todo mundo tiene la opción de proponer y opinar, así como el deber de evaluar la obra, aunque no el compromiso de asistir siempre.

Por diversas razones, son los promotores de lectura o los coordinadores de grupos quienes eligen las lecturas anticipadamente. En cambio, este modelo de sesiones fijas, público determinado y sugerencias de lectura por mayoría de votos me pareció interesante. Poco después, a invitación expresa, algunas integrantes que acudieron a la mencionada cita demostraron interés por acompañar a Jorge Esquivel en una demostración del método, actividad que estuvo abierta al público. Las personas que deseen unirse al Club, busquen al coordinador en las redes sociales, están cordialmente invitadas.

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