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Con gratitud para Gastón, Loly, Arline, Marco

Mi pensamiento amasa con suavidad la imagen. En el recipiente del ensueño, la madrugada murmura que algunos ingredientes pueden ser imaginarios, levadura y sal; no tan sólo llega el aroma del trigo. Todavía en la penumbra, algunas veces, antes de verter el agua, es lúcido el concierto de pájaros: que los trabajos de la memoria fluyan según las cantidades de linaza, que se integren las ideas por la curva leve del trenzado, y despunte el Sol con la misma elasticidad que abandono los residuos de alguna figura ensoñada. El pan de mis manos no es; ellas traducen la receta de la anciana que vuelve una vez más al fuego lento del poema, y demora lo que la leña en el horno de su lectura.

Única, es mía la madrugada, acompasado viaje del sueño a la vigilia. No remojaré el pan de anís en recuerdo alguno de lectura; al rescate de este lapso, estoy apenas escuchándome. Cómo suponer qué es el tiempo, si no vivo en mí de cinco a siete. Voy en busca de la otra que tampoco es la despierta. No capta ni contamina de realidades. Pero nadie encienda las luces, cuidado con las cortinas. Ni se me ocurra voltear la cabeza, desentumir una pierna. Es tan volátil que al abrir los ojos de inmediato vuelvo a entornarlos. Es adentro, lo sé, pero no es hambre, fatiga o depresión. Dónde estás. Pero qué pregunta para quien no tiene cuerpo. Dónde, insisto, a la puerta de esa fábrica de historias. Aguardaría con libreta de apuntes y grabadora mientras pienso. El problema es justo porque pienso aun cuando sólo deseara transcribirme una receta. Por esto no rinde el horario y se traslapan los discursos ensoñados con la gramática. Ah, pero también, a veces, con el sueño. Y con la reflexión sobre el mismo: seguramente soñé esto porque un día antes pasó tal cosa o puede ser que suceda algo, y así… Pueden imaginar la facilidad con que pierdo la vida en la urdimbre palabresca. Dónde estás. Formular esta pregunta sin apresurar la apertura del horno. No deseamos que escape la firmeza.

La buscada es tan sólo acontecimiento. Metáforas vívidas la transitan. Disfruta leerse en la paz del reposo y afianza la certidumbre en el texto que nos convoca. Así es como al fin escribo y de este modo extendemos las horas del día: no desperdician migajas los minutos. Pero nunca falta en nuestro territorio quien pueda contemplar algo más urgente que el mundo sin drama y sin historia: esta niña que cuida los procesos, compleja, audaz, imaginante. La que atraviesa todas mis etapas, con deseos de leer y de leerme siempre: el trigo es imagen del cosmos, tal vez; si lo tritura la tahona, entonces mi abuela es niña, tal vez. Asimilar, volver al símil… la pieza de pan que ofrezco, sus preguntas. 

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