No sólo en México, en el mundo entero, las personas adultas mayores aumentan año con año, y con ello sus necesidades de atención y solidaridad.

El pasado 28 de agosto se conmemoró en nuestro país el Día Nacional de las Personas Adultas Mayores.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que entre 2015 y 2050 el porcentaje de las y los mayores de 60 años casi se duplicará, pasando del 13% al 22%, y destaca que todos los países enfrentarán retos importantes para garantizar que sus sistemas de salud y de asistencia social tengan elementos suficientes para hacer frente a ese cambio demográfico.

El Instituto Nacional de Geografía y Estadística (Inegi) señala que en el segundo trimestre de 2022 se estimó que en México residían 17 millones 958 mil 707 personas de más de 60 años. Un 14% de la población total del país.

En el envejecimiento se enfrentan: pérdida de audición, cataratas, errores de refracción, dolores de espalda y cuello, osteoartritis, neumopatías obstructivas crónicas, diabetes, depresión y demencia senil, entre otras enfermedades.

Los adecuados entornos físicos y sociales tienen un papel fundamental como factores que influyen en un envejecimiento saludable, pues facilitan que las personas adultas mayores puedan llevar a cabo las actividades que son importantes para ellas, a pesar de la pérdida de facultades. Ciudades amigables, transportes públicos accesibles que ofrezcan seguridad y que posibiliten una movilidad sin barreras, son un ejemplo de entornos favorables.

Por otro lado, la globalización y los avances tecnológicos influyen también en la vida de las personas adultas mayores, tanto directa como indirectamente, por ello es indispensable un balance en estas tendencias para que las políticas públicas estén correctamente encuadradas en las necesidades actuales de la población mayor.

En respuesta a esas necesidades, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) declaró el período 2021-2030 como la Década del Envejecimiento Saludable. El objetivo es reducir las desigualdades en materia de salud y mejorar la vida de las personas adultas mayores, sus familias y sus comunidades, a través de la acción colectiva en cuatro esferas: cambiar nuestra forma de pensar, sentir y actuar en relación con la edad y el edadismo, discriminación por edad, desarrollar las comunidades de forma que se fomenten las capacidades de la población senescente; prestar servicios de atención integrada y atención primaria de salud centrados en el prójimo que respondan a las necesidades de las personas adultas mayores.

El quehacer no es sólo de los gobiernos, sino de toda la sociedad, porque en cada hogar habrá cuando menos una persona adulta mayor.