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Quiero dedicar esta noche y todo su significado a la maestra Fanny Mena, mi madre; a Álvaro Díaz, mi padre; y a Naty, mi segunda mamá.

Porque gracias a ellos aprendí -con el ejemplo- que yo tenía derecho, igual que mis hermanos, Huacho, Álvaro y Juan Pablo, de intentar lograr mis sueños, dedicarme a lo que amo, ejercer mi libertad de decidir, elegir, y crear lo que yo quisiera para mi vida.

Es mentira que todos los sueños se cumplen. Es mentira que si trabajas duro todo es posible.

No todo es posible. Ni todos los sueños se cumplen. Pero a veces, la suma del trabajo, la perseverancia, la pasión, el amor y un poco de suerte, da como resultado una vida significativa y plena.

Tengo la suerte de tener una familia de sangre y de corazón en mis amigas y amigos, que no entiende de conflictos, que no conoce el egoísmo y que honra en cada acto el amor que predica.

Esa es mi fuente y esa es mi base.

Cuando éramos chicos, mi papá nos traía a la ciudad, desde San Felipe, a grandes eventos relacionados con su trabajo, donde se encontraban importantes personalidades de la sociedad yucateca.

Veníamos en un carrito antiguo, un Datsun rojo, al que de cariño llamábamos “El Piyuyo”.

Cada vez que nos estacionábamos en estos grandes eventos mi papá nos decía: “donde pasa ese Mercedes, pasa este Piyuyo”. Y entraba a todas partes, con la seguridad y carisma que lo caracteriza.

Quizá mi mamá y él no se daban cuenta del mensaje tan fuerte que estaban sembrando en sus cuatro hijos.

Quizá no sabían que esas palabras inconscientemente han sido y siguen siendo el barco a todo vapor que me ha impulsado a no rendirme y nunca dejarme definir por mi condición económica, social o geográfica.

Recibo este honor de parte del Museo de la Canción Yucateca y su comité a quienes agradezco de corazón, y lo ofrezco a mis padres como un agradecimiento por todos los años de sacrificio y de lejanía física que vivimos para poder darme la oportunidad de prepararme para salir a la vida con las herramientas necesarias para sostenerme a mí misma y realizarme como mujer; como ser humano.

Ser parte de este museo es un compromiso para mí, de seguir llevando a Yucatán y a San Felipe en mis letras y mi música a donde la vida me lo permita.

De continuar siendo un soldado del arte, la poesía, la música y de lo humano por encima de todo lo demás.

De comunicar con mi propio camino a todas las niñas de San Felipe y del interior del Estado, a mis hijos Jaco y Elías, que vale la pena ser valientes y trabajar para hacer nuestro propio camino y que no tenemos que seguir el de nadie más.

Y, por último, quiero dar gracias por nunca rendirse a la niña que pasaba las horas sentada mirando al horizonte en el malecón en un pequeño puerto, donde parecía que las oportunidades estaban muy lejos de nuestros sueños.

N. del e.: palabras leídas durante la develación del retrato al óleo de la cantautora María San Felipe, elaborado por el pintor Alonso Gutiérrez Espinosa, en el Museo de la Canción, el pasado 20 de marzo de 2024.

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