Ni de religión ni de política

Martín Martínez Erosa: Ni de religión ni de política.

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Estamos en una temporada que cada tres o seis años centra la atención de la ciudadanía, que para los interesados (que deberíamos de ser la mayoría de los ciudadanos) se convierte en elemento central del análisis, y en ocasiones se transforma en polarizado debate. Estoy hablando de la temporada de campañas políticas.

Aunque pareciese que en épocas recientes las campañas fuesen permanentes, ya sea desde la conferencia mañanera, o en los mensajes que desde los estados los gobernadores y dirigentes de partidos políticos se encargan de asegurarse que el nombre de su partido o (futuros) candidatos esté presente en las mentes de todos. Incluso ya en los últimos años en que los partidos pareciese que han encontrado la forma de hacer campañas ilegalmente con nombres tan burdos como “selección de coordinador de la defensa de la transformación” o “elección de coordinador del frente opositor” y posteriormente haciendo una precampaña con un solo candidato (yo, en mi declarada ignorancia siempre asumí que si no hay más de un aspirante no es necesario hacer precampaña), hasta llegar a las oficiales y legales campañas, para que la ciudadanía decida qué proyecto considera más adecuado para dirigir los destinos de una ciudad, un Estado o el país.

Esto me lleva a recordar algo que escuchaba de niño. Algo que pareciese un mantra sagrado: En las reuniones no se debe hablar ni de religión ni de política. Porque esos dos temas son siempre polémicos y deriva muchas veces en discusiones donde todos son perdedores.

Últimamente me he cuestionado sobre esto. Creo que como sociedad debemos evolucionar para que esto sea ya superado. Es cierto, ambos temas se prestan a polémica. Incluso en este último sexenio la polarización ha alcanzado niveles que nunca había visto, donde a veces pareciese que se defiende más al partido político o al gobernante que a la familia.

Esto no es bueno para nadie. Es necesario que como sociedad evolucionemos y podamos tener la madurez de analizar lo que ocurre, poder debatir con todos, escuchar sus razones, presentar las nuestras, cuestionar por qué se toman las decisiones y analizar a quiénes verdaderamente benefician. Creo que debemos transitar a una sociedad que tenga la posibilidad de tener un diálogo respetuoso, donde la discusión se centre en el análisis y la reflexión.

Estoy convencido de que no debe haber ningún tema prohibido, ya sea política, religión, futbol, arte, cultura, sexo. Todos deben ser parte del diálogo. Y todos deben ser tratados de una manera respetuosa, analítica, propositiva y sobre todo consciente de que uno no tiene la verdad absoluta, y que uno debe estar convencido de su argumento y no pretender convencer a otros de nuestras ideas. Debemos estar abiertos a cambiar nuestras convicciones o de aceptar otras ideas como verdaderas por encima de las nuestras, si así estamos convencidos.

Creo que es momento de ir al siguiente nivel como sociedad, de poder incluir todas las voces, de respetar todas las ideas y a todas las personas. Estamos listos, evolucionemos hacia ahí juntos.

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