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La lluvia es una de las mejores interpretaciones que tiene el agua sin duda. Su significado es extenso y se analiza en el interior según cada individuo. Para algunos resulta alarmante y pesado, para otros es sinónimo de relajación, e incluso, una llamada bendición para el campo. Tal vez los recuerdos sean de esa manera; se acumulan poco a poco con amenaza de desplome, sin embargo, existen días en los que podemos disiparlos con aires nuevos haciendo que, a paso firme, se alejen de uno a voluntad propia, pero, en diversas ocasiones, caen sobre nosotros empapando la mente, mojando el alma y el corazón y, entonces, refresca la vida misma y nos reactiva para seguir andando.

Se puede decir que dentro de nosotros se lleva a cabo la formación de pequeñas nubes que intensifican su tamaño con cada experiencia y momento. Estas de ninguna manera deben de ser sinónimo de tragedia, al contrario de lo pensado pueden ayudarnos a cubrir el fuego intenso que genera bruma en lo profundo, regresando la paz y cordura que dicta el actuar.

Somos entonces objeto de lo impredecible, de lo que un día se piensa que se mantiene bajo candado en un baúl, pero al otro simplemente se libera sin poderlo contener y lo hace tan fuerte como cuando el río se desborda, pero, al final, tarde o temprano vuelve a su caudal y entonces ahí permanecen todas las gotitas recolectadas, toda nuestra lluvia de experiencias y escenarios, creando una extensión que envuelve el corazón. Quien piense que debe de tratarse de mantenerlas en calma simplemente está tratando de evadir lo evidente que es el hecho de ser presas de nuestra propia imaginación.

Lo cierto es que nadie escapa de lo que puede interpretarse como un fenómeno maravilloso, por lo que algunas veces nos empaparemos mientras que otras simplemente logremos contemplar a la distancia. Así funcionan entonces los recuerdos y no es que vengan con un instructivo, pero de repente qué bellos resultan cuando nos mojan y los sentimos en cada poro de la piel. Qué fantástico parece el que, a pesar de estar lejos, puedan volar cual frágiles mariposas para posarse en nuestro hombro emitiendo susurros que no hacen más que esbozar una tierna sonrisa para luego revolotear tan rápido en el corazón que nos recuerda los motivos por los que estamos vivos, porque sí, también lo que viene a la memoria es la alegría del ser y existir.

Todo esto hace que sintamos un ligero beso en la mejilla de un pasado que nos enseñó a transformarnos, a crecer con cada gota para tener un nuevo camino sin importar si las tormentas se avecinan o si tenemos la seguridad de un arcoíris al final del día, cuando el sol refleja lo cristalino de la mirada dibujando un paisaje de ilusiones y sueños por vivir. Así que abre los brazos y danza bajo el agua, siente cómo cada toque acaricia tu esencia, permanece en silencio ante el eco de su presencia y permite que lo que trae genere vida, añore paz y guarde amor. 

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