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Todo viene acompañado del tiempo, de un límite, como si la vida tuviera adherida una etiqueta con fecha de caducidad en la que, muchas veces, somos los responsables de colocarle un día, una hora. Sin embargo, se sabe que los instantes son los adecuados hasta el momento justo en el que se viven y, sólo de este modo, podremos ser capaces de otorgarle prórroga a la fecha o escribirle un punto final.

Durante cuántos amaneceres hemos abierto los ojos y antes de sentir la firmeza del suelo, ha venido a nosotros la idea del ¡ya basta! Este pensamiento va y viene día con día ante situaciones que nos agobian, pero que al mismo tiempo nos convierten en presos de las mismas. Permitimos que la esclavitud de lo que no nos hace sentir plenos nos atrape porque creemos que es lo correcto, lo adecuado y lo que necesitamos, pero, la realidad, es que lo único que logramos es crear un deterioro de nosotros mismos, de nuestros pensamientos, anhelos, esencia y felicidad.

Llámese trabajo, amistades, relaciones, usualmente es complicado para el ser humano cortar la cuerda que lo ata, aunque en la mano tenga la herramienta para hacerlo. Algunos no toman la decisión por la necesidad de permanecer, otros por temor y algunos tantos por apego, pero, en situaciones de este tipo ¿existe alguna parte culpable? Puede ser un conjunto de todo, pues si tu capacidad y esfuerzo estuviera a la par del trato humano en tu trabajo tal vez no te pesaría tanto ir a laborar cada día; si tus amistades fueran verdaderas no te haría sentir mal el hecho de que siempre se encuentren ausentes en tus momentos más complicados y, al mismo tiempo, si tu corazón fuera valorado y tratado con amor, no surgirían dudas y tristezas en tu interior.

Responsables serían entonces tanto aquellos que hacen y hieren como aquellos que lo permiten. Por ello, nunca es tarde para colocar un freno y continuar abriendo brecha por otros caminos, aunque los inicios sean duros, todo termina acomodándose de la forma correcta, en el momento preciso con las personas que deben de estar, por lo que agradece cada lección aprendida, aquella que te hace más fuerte y te recuerda cuál es tu verdadero valor; aquella que tal vez no entendías el motivo de su llegada, pero que te ayudó para abrir los ojos y observar la vida de otra manera.

Recuerda que, a pesar de los malos ratos, siempre surgen cosas bellas que permiten volver a caminar, por ello, cultiva lo extraordinario que hay en ti y no sientas temor al colocar un alto que te brinde paz.

No calles lo que tanto sientes, no permitas que nada ni nadie pase sobre tu espíritu y no le tengas miedo a las mentes vacías que alimentan el ego hiriendo a los demás debido a la carencia de propias virtudes, pero, sobre todo, nunca olvides que una buena persona no es aquella que mucho lo dice para convencer, sino aquella que demuestra con acciones lo mucho que se atreve a ser feliz.

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