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En el medio de una de esas conversaciones profundas, que no muchas veces solemos experimentar, por lo que las mismas pueden quedarse marcadas en nuestro ser, llega a la mente un pensamiento: el modo en el que la vida se enlaza, es simplemente maravillosa.

Suele ocurrir que, en circunstancias específicas, no se logran comprender los motivos por los cuáles ciertos sucesos se presentan en nuestro camino, siendo estos positivos o negativos, e incluso, ellos pueden llegar a desequilibrar un panorama, transformándolo en situaciones no tan agradables, mientras que otros tantos, pueden ser el agua que el alma sedienta necesita. Sin embargo, somos incapaces de profundizar en el hecho de que llegan a nosotros por una razón: lecciones y eventos que se convierten en pequeños hilos que van tejiendo un futuro, mismos que emanan de lo que sentimos.

Del corazón, así como venas, salen estas delgadas ramificaciones que se van uniendo para crear sueños que pueden transformarse en realidades si se lucha para que así suceda. Al mismo tiempo, nos demuestran que al final de todo los seres humanos estamos entrelazados unos con los otros, siempre y cuando estas conexiones sean las necesarias para tejer aquello a lo que muchos llaman destino, pero que al final termina siendo la propia realidad.

Permítete imaginar un poco con el objetivo de colocarle un nombre a cada hilo, ¿cómo?, asignando a cada uno de ellos un momento de tu vida. Toma entonces entre tus manos un puñado de los momentos de tristeza y dolor, porque es válido, porque son estos los que crean un peldaño para que la fortaleza escale, al mismo tiempo que se transforman en óleos con nuevas tonalidades que permiten pintar mejores paisajes; pero luego, también recuerda aquel instante en el que te sentiste realmente feliz, o cuando la ternura transpiró por tu piel mientras experimentaste de nuevo lo que se sentía ser niño y, por ningún motivo, pases por alto el calor que emanó de tu pecho cuando suavemente se escapó de entre tus labios aquél tímido: te amo. Por otra parte, si en el interior ha de existir alguna herida que aún permanece abierta, es necesario irla cosiendo con paciencia y entendimiento, siendo esto trabajo de uno mismo, para que, al ir remendando, nuestros hilos se vuelvan tan resistentes que tal vez, posteriormente, puedan ayudar a costurar alguno que otro corazón roto.

Así se construye y así se sigue adelante, con pedacitos de experiencias y personas que pasan por la vida, algunas tal vez para dar una puntada muy delgada que, si se rompe, más adelante puede llegar a repararse de nuevo, en tanto otras permanecen eternamente si así lo decidimos, fuertes y duraderas a pesar del tiempo. Entonces, ante todo esto, no hay que olvidar lo más importante: nosotros poseemos la aguja que siga uniendo cada parte de nuestra historia con la responsabilidad de honrar sus componentes, para que, en el futuro, podamos tejer esperanzas que doten de mucha paz, pero sobre todo amor, a nuestros corazones que, seguramente, se encuentran llenos, por fortuna, de muchos hilos.

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