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A pesar de los malos augurios, inviabilidad y críticas que distintas voces han hecho del proyecto obradorista, parece que hay posibilidad de que la actual administración encuentre luz al final del camino para, al menos, una de las obras faraónicas del sexenio.

La respuesta vendría de un descubrimiento surrealista por demás fortuito que surgió a cientos de kilómetros de la selva yucateca, en el cual aparecieron por generación espontánea miles de posibles obreros que permitirían terminar la ambiciosa ruta. Los asesores de la cuatroté ya tomaron nota y preparan la presentación de la maravillosa idea al Primer Mandatario.

Con el tiempo pisándole los talones, el Gobierno Federal hace hasta lo imposible por acelerar los trabajos de construcción del tren maya. La apuesta del tabasqueño para la Península de Yucatán se centra en detonar el crecimiento de la región a través de la interconectividad.

Desde que inició el criticado proyecto, los ambientalistas han señalado en innumerables ocasiones el ecocidio que el tren maya representa para la selva del sureste mexicano, eso sin contar con el atentado a los vestigios de la cultura maya. No han importado tampoco los frenos legales ni sociales para detener a los trascabos que devoran árboles día y noche.

Pero ayer fue un día clave para el presidente López Obrador, quien hizo gala del acarreo masivo, mediante el uso de la coerción y el dinero público, para hacer una demostración de poder, paradójicamente, desde el poder.

Las calles de la ciudad de México se inundaron de “convencidos seguidores” que marcharon para refrendar su apoyo al presidente López Obrador. Ahí, pudieron verse variopintos contingentes compuestos por simpatizantes, ciudadanos empadronados y servidores públicos, invitados a la fuerza, que participaron de una fiesta masiva dedicada al ego.

En medio de esa multitud, varios funcionarios de Palacio Nacional suspiraron con alevosía: “Si tan solo pudiéramos trasladar a todos estos files a los trabajos del tren maya, miles de manos acarreando piedras, miles de manos colocando trabes”. La simple idea de acabar en tiempo y forma el proyecto emociona y, al mismo tiempo, pone nerviosos a los ejecutores del mismo. ¡Se vale soñar!

El reloj de arena ya le juega en contra al Gobierno, que necesita, sí o sí una estrellita de infraestructura antes de la elección del 2024. Ante el escenario de crisis económica, política y social, la marea guinda salió a las calles como respuesta a otra marcha, a la de los que iban vestidos de rosa y que lo hicieron para defender, más que el INE, a la democracia que hoy se encuentra otra vez en riesgo.

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