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El desarrollo de una sociedad justa y próspera requiere del trabajo conjunto entre el Gobierno y la ciudadanía. Si bien el Estado juega un papel fundamental garantizando condiciones básicas de seguridad, educación y salud para todos, es la participación activa de la sociedad civil la que determina el grado de inclusión, solidaridad y bienestar que podemos alcanzar como nación.

Las organizaciones de la sociedad civil cumplen un rol esencial trabajando en sectores e iniciativas particulares y promoviendo valores como la equidad, el respeto, la inclusión y la sustentabilidad, entre muchos otros.

Al colaborar estrechamente con autoridades locales, los colectivos cívicos impulsan cambios que mejoran la calidad de vida de las comunidades. Un ejemplo de estas prácticas es el de la organización noruega denominada “Fellesrådet” (término traducido al español como “El Consejo Común”), la cual reúne a vecinos, asociaciones y Gobierno para desarrollar y financiar proyectos sociales.

Otro aspecto clave es la rendición de cuentas. En Finlandia, las ONG’s deben presentar informes anuales detallados sobre el uso de sus recursos, lo cual genera confianza ciudadana y mayor cooperación con el sector público. La transparencia es aliada de la participación responsable.

También es importante aprovechar las nuevas tecnologías para acercar a la gente a temas de interés común. Muchos municipios europeos utilizan plataformas digitales donde la población puede informarse, debatir y aportar ideas sobre problemáticas y proyectos en curso. Esto ayuda a incluir diversos puntos de vista.

Asimismo, fortalecer los liderazgos comunitarios a través de programas de formación y acompañamiento logra multiplicar el impacto de las iniciativas ciudadanas. En este sentido, Sudáfrica promueve escuelas populares de capacitación en gestión, derechos humanos y resolución de conflictos.

Los presupuestos participativos son también herramientas poderosas para que la ciudadanía incida directamente en los asuntos que les afectan. En Brasil, por ejemplo, la ciudad de Porto Alegre asigna parte importante de su presupuesto mediante votación popular, logrando mayor transparencia y obras acordes a las prioridades vecinales.

Finalmente, alentar la cultura del voluntariado desde temprana edad inculca valores solidarios que enriquecen a la sociedad en su conjunto. Naciones como Nueva Zelanda y Canadá cuentan con excelentes programas juveniles de servicio comunitario que forjan una ciudadanía comprometida con el bien común.

Son múltiples los ejemplos de cómo el liderazgo responsable de personas e instituciones de la sociedad civil cataliza esfuerzos para erradicar problemas sociales. Una sociedad fuerte emerge de la sinergia entre todos sus actores. Si ciudadanía, ONG’s y gobierno trabajan juntos por los mismos ideales de justicia, progreso e inclusión, es posible lograr construir escenarios de bienestar y oportunidades para todas las personas.

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