El uso de plantas medicinales en el ciclo reproductivo

Miguel Güémez Pineda: El uso de plantas medicinales en el ciclo reproductivo.

|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

En la Península yucateca, a pesar de contar con una enorme riqueza de plantas medicinales nativas e introducidas -cerca de 650 especies comprendidas en 405 géneros- su conocimiento y uso se ha ido reduciendo en las últimas décadas. En el ciclo reproductivo, por ejemplo, la cultura de las gestantes incluía un conjunto de prácticas para el cuidado de su salud, basadas en productos herbolarios: tés o infusiones, extractos, sahumerios, emplastos y baños diversos para tratar vómitos, náuseas, cólicos, hinchazones de piernas, estreñimiento y flujos, entre otras dolencias. Los utilizaban por sugerencia de familiares, de la madre, la abuela, o por iniciativa propia; pero también por indicaciones de terapeutas, curanderos o parteras, quienes poseen conocimientos más amplios y especializados, aunque también han ido desapareciendo sin dejar herederos.

Una planta muy socorrida por las parteras era el pixoy, una guácima que servía para acelerar el parto cuando se prolongaba. Se preparaba un té con un pedazo de la corteza, al que se agregaba canela o yerbabuena. Se administraba después de valorar a la parturienta y cuando los dolores eran más seguidos, de lo contrario recomendaban esperar. Otras comadronas lo administraban cuando la mujer se “enfriaba” y tenía dificultades para dar a luz y había que ayudarla arreciando el dolor. Cuando no se encontraba el pixoy, usaban tres gajos de ruda o de llantén sancochados en una jícara de agua, plantas también con propiedades útero-evacuantes, entre otros beneficios. Si la placenta y las secundinas se demoraban en ser expulsadas, la partera preparaba una infusión con una planta rastrera conocida como uyíich’akmiiso uña de gato.

Las gestantes regularmente se preparaban semanas antes de la fecha estimada del parto para la lactancia y el puerperio. Por lo regular disponían de anís estrella para los cólicos del recién nacido; y hojas secas de romero para la cauterización umbilical que envolvían en un trapo, sahumaban en brasas de carbón y aplicaban suavemente sobre el muñón umbilical, con el objeto de que seque bien, luego se vendaba para protegerlo.

En zonas rurales del oriente del Estado, las madres aún cuelgan ramas de roble o béek en las puertas de sus casas para proteger a los recién nacidos de energías negativas de las personas, como el k’i’inam; se cree que las hojas absorben estas energías y de esta forma el ombligo o tuuch cicatriza y cae sin ninguna complicación. Coincidentemente, las hojas se van marchitando a la par que marchita el ombligo del neonato. Otros padecimientos son el mal de ojo y la caída de mollera, que se agrupan como padecimientos de filiación cultural y en ellos se emplean una diversidad de plantas.

La fórmula aún usada para estimular la secreción de la leche materna son los baños puerperales preparados con hojas sancochadas de naranja, guayaba, limón y romero. Asimismo, se acostumbraba, al menos en el sur de Yucatán, que momentos después del parto, al recién nacido se le diera a beber un té de alhucema y canela con el fin de eliminar los desechos de la gestación o de la ingesta del líquido amniótico durante el nacimiento. En resumen, la flora medicinal ha sido el principal recurso terapéutico de la medicina doméstica y tradicional maya en la Península yucateca, y su empleo tiene orígenes antiguos; incorpora elementos centroamericanos, caribeños y del sur del país que junto a los elementos endémicos dan como resultado una flora nativa muy peculiar. 

Lo más leído

skeleton





skeleton