Petición y agradecimiento: ceremonias agrícolas en vías de desaparición

Miguel Güémez Pineda: Petición y agradecimiento: ceremonias agrícolas en vías de desaparición.

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Los rituales y cultos asociados al ciclo agrícola han sido de primer orden en el mundo mesoamericano, pues marcan el tiempo de la siembra, el inicio de las lluvias, el crecimiento de las plantas y la época de la cosecha. Son formas de pensamiento y expresión con que los individuos celebran la vida, la productividad y establecen un vínculo simbólico y espiritual con la naturaleza, con la tierra y con seres divinos y entes sobrenaturales.

Estas ceremonias de origen prehispánico se fusionaron con elementos de la religión católica impuesta durante el periodo colonial. Sincretismo que podemos observar en los rituales de petición de lluvia (ch’a’a-cháak), en las ceremonias milperas de acción de gracias (waajil kool), o para pedir permiso (jets’lu’um), entre otras, y que aún practican los mayas peninsulares.

No obstante, en las últimas décadas, estos usos rituales se han visto severamente afectados por factores sociales (emigraciones de los jóvenes, educación formal, penetración de las nuevas tecnologías de información y comunicación), y medio ambientales (tala inmoderada de montes, fenómenos meteorológicos, y, consecuentemente, el abandono de la milpa). Aunque, a veces, los usos rituales pueden ser la ocasión para que las personas retornen a la comunidad a celebrarlos, ratificando así su identidad y sus relaciones con las tradiciones y fiestas comunitarias. Tal como ocurre en comunidades mayas del sur y el oriente de Yucatán.

Los rituales y cultos agrícolas regularmente siguen un protocolo, reglas de conducta y modos de ejecución. Sin embargo, la sacralidad con que se dirige el culto ha sufrido diversos cambios, en el ch’a-cháak, por ejemplo, en el que se pide al dios Cháak las lluvias para lograr las cosechas de la milpa, se hallaban un conjunto de representaciones, prácticas y símbolos: desde seleccionar el espacio en el monte y limpiarlo, hasta la realización formal de la ceremonia. Se levantaba un altar o ka’anche’ con palos, hojas, y bejucos; se contrataba al jmeen u oficiante maya; los alimentos y bebidas a ofrendarse preparaban cuidadosamente. Mientras el jmeen rezaba, niños postrados a los pies del altar croaban como ranas pidiendo lluvia; la participación de las mujeres era marginal;para finalizar se degustaba la comida y la bebida como un acto enmarcado en la celebración del rito.

El elemento más empleado era el maíz en distintas preparaciones (tortillas, mazorcas y panes de milpa cocidos en el piib u horno de tierra) así como sopas y k’oles preparados con gallinas recién sacrificadas. El balché era otro elemento presente, se trata de un vino ceremonial, elaborado con la corteza del árbol de pitarrilla (Lonchocarpus longistylus), común en este tipo de rituales.

Hoy día, su realización y dinámica se ha degradado y estas celebraciones están en riesgo de perderse. Muchas comunidades en la península han registrado una turistificación en sus rituales y acontecimientos festivos y han pasado a ser un mero espectáculo que están cambiando las maneras tradicionales del ser maya y de entender su sentido social, comunitario y espiritual.

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