Agua, prioridad nacional y eje fundamental de la soberanía

Construyendo, columna de Raúl Asís Monforte González: Agua, prioridad nacional y eje fundamental de la soberanía.

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Pareciera que la humanidad aún no comprende a cabalidad el valor del agua. A pesar de que es la base de toda forma de vida, de que su disponibilidad determina el desarrollo económico y social de los países, y de que su escasez pone en riesgo la estabilidad política y la seguridad alimentaria, seguimos actuando como si fuese un recurso inagotable.

El agua es la verdadera columna vertebralde nuestra  soberanía, y su gestión debería ser un asunto estratégico de prioridad nacional.

La crisis hídrica que enfrentamos no es solo una cuestión de sequías o sobreexplotación, sino un problema sistémico que se entrelaza con el cambio climático, la degradación ambiental y la falta de políticas públicas eficientes.

Cada día se hace más evidente que necesitamos un enfoque integral, donde la infraestructura, la regulación y la tecnología avancen de la mano con la conciencia colectiva sobre su preservación.

Un punto clave es el financiamiento. Desde hace décadas, la inversión en infraestructura hídrica ha sido insuficiente, y la modernización de los sistemas de distribución y saneamiento sigue rezagada. Para garantizar el acceso equitativo y sustentable al agua, los recursos económicos deben fluir sin contratiempos hacia proyectos que aseguren la eficiencia en su uso y conservación.

Pero el dinero, por sí solo, no resuelve el problema. También es fundamental fortalecer la regulación y la gobernanza. Debemos avanzar hacia normativas basadas en ciencia, en datos precisos y en un principio de justicia ambiental: quien contamina, paga. Es necesario reforzar el monitoreo de la calidad del agua, evitar su desperdicio y promover su reutilización.

En este sentido, la tecnología tiene un papel crucial. La digitalización de la industria del agua ya no es una opción, sino una necesidad. La implementación de sistemas de información geográfica (GIS) permite una gestión más precisa de los recursos hídricos, mientras que la inteligencia artificial y la ciencia de datos optimizan la distribución y el saneamiento.

Las plantas de tratamiento descentralizadas, los sistemas de desalinización de bajo impacto ambiental y los programas de agua inteligente son solo algunas de las herramientas que debemos impulsar para mejorar la eficiencia y sostenibilidad del sector.

Sin embargo, más allá de la inversión y la tecnología, el verdadero reto es el compromiso colectivo.

La gestión del agua involucra a múltiples actores: desde quienes la extraen y la tratan, hasta quienes la consumen y la devuelven al ecosistema. Escuchar sus voces es fundamental para definir un rumbo sostenible. Si queremos garantizar agua para las futuras generaciones, debemos entender que su preservación no es solo tarea del gobierno o de la industria, sino de toda la sociedad.

En México, el agua debe dejar de ser vista como un recurso más y ser reconocida como lo que realmente es: un bien estratégico, un pilar de nuestro desarrollo y un eje central de nuestra soberanía.

No podemos seguir postergando las decisiones que marcarán nuestro futuro. Es momento de actuar con visión, con responsabilidad y, sobre todo, con la urgencia que la situación demanda. 

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