Una fotografía de un plato de fiesta infantil

Raúl Gasque: Una fotografía de un plato de fiesta infantil.

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Lunes por la tarde-noche. Acostado en mi hamaca, en pleno aislamiento de un segundo Covid-19, me pongo a revisar mis recovecos existenciales de aquellas personas que aún le dan un poco de dignidad a las redes sociales.

Ahí, miro en la cuenta de la fotógrafa yucateca Maru Fitzmaurice tres imágenes en distintas exposiciones de un plato de fiesta infantil yucateco. ¿Qué es un plato de fiesta infantil yucateco? Es un plato en el que conviven juntos y pegados el pastel —muchas veces de tres leches— un spaguetti con queso y tomate, una ensalada rusa y un tamal. Todo pegado.

Todo junto. Sabores que se sabe no funcionan unidos de ninguna manera y, sin embargo, puede saber delicioso. ¿Por qué es tan delicioso y metafórico ese plato achocado deforme y antiestético? Porque a los que crecimos en Yucatán nos transporta a la infancia. Ya que representa todo lo que se supone que no iba a funcionar unido y termina siendo una experiencia trascendental.

Porque lo salado también puede accidentalmente ir en simbiosis con lo dulce. La textura del tamal vaporcito sin salsa roja entra en contacto como dándole palmaditas al espagueti y ahí hacen de las suyas.

Ahora entremos en las tres imágenes de las exposiciones de la fotógrafa Maru Fitzmaurice. Cada una de las exposiciones representa algo específico. Una con contraste, otra ligeramente sobreexpuesta que tiene un giro angelical y, la tercera, muy sobreexpuesta que la hace ver completamente blanca. Así, también la fotógrafa —quien compartió estas imágenes el día de su cumpleaños— nos hace ver como Kurosawa en Rashomon tres versiones de algo tan mundano, pero incrustado en el subconsciente de los yucatecos. Tres luces para mirar algo que, sin duda, dice mucho. Alrededor del plato: confetti. Como diciendo: “¡ahí lo tienes!”.

El pastel deforme probablemente es producto de una mordida en la que un pobre niño quedó completamente sumergido en el pastel dejando cosas que no me gustaría mencionar en esta elegante columna. Pero al final es así. Un plato visualmente distópico que nos devuelve al edén bajo el presente irónico de las vicisitudes de nuestra vida.

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