Sobre la fotografía de Patricia Martín Briceño

Raúl Gasque: Sobre la fotografía de Patricia Martín Briceño.

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¿Eran limones u otros frutos? No lo recuerdo con precisión. Pero me han dejado pensando. Me impactaron como un meteorito visual subconsciente. Las veces que he visto el trabajo de fotografía de Patricia Martín Briceño ha sido de dos formas. La primera a través de revistas y exposiciones. La segunda de forma personal. Esta última no ha sucedido de forma lineal; más bien colateral y accidentada. Al visitarla siempre ha habido una foto que brinca de la nada por su propia capacidad dramática; caras de mujeres severas siendo retratadas, ella misma; con el rostro diciendo todo con el contraste y frontalidad que le caracterizan.

Probablemente cuando Patricia lea esto me diga: “¡Le hace falta tal cosa!”. Ella es así. En el afán pedagógico que le caracteriza te reprende con precisión y ternura en un todo en el que finalmente se vuelve un acto de crítica proactiva.

Para mí y para muchos artistas, ella ha sido como un ángel guardián aconsejando; brindando fuego para poder ver qué hay de frente en la bruma de la siempre ambigua ecología de las escenas del arte.

Pero ahora, regresaremos a sus fotos. Instantes fulminantes. Compuestos de una economía que traza un minimalismo elegante y perfecto. Cezanne es probable que lo esté disfrutando desde su tumba; la dignificación del objeto, la carga simbólica; el menos es más. En la última reunión que tuve con ella de reojo miré una fotografía con unas sandías. “¡Esas sandías parecen seres vivos!”, pensé. Llenos de luz, de vitalidad, de toda aquella utopía que se ve trazada en el imaginario de esta tierra dura. Se catalogan como “Naturalezas muertas”, pero en la obra de Pati todo está muy vivo. Sin concesiones, hasta lo que vive de un contraste de ultratumba asalta la imaginación de quien las presencia. Es así como después de mirar esos frutos, rodeados de una variedad cromática muy Fuji/muy japonesa —con tonos azulados y verdes esmeralda— regresan una y otra vez a mi cabeza. Sin tregua se han vuelto una imagen que me impactó. Quisiera ver otra vez para confirmar que son limones o desengañarme y saber que esa imagen me hizo ver algo que en realidad no era así.

En el plano de la fotografía las imágenes se vuelven importantes cuando están hechas con oficio. Lo cual permea en cada disparo de Patricia. La fotografía de Patricia Martín Briceño se destaca en un mundo repleto de imágenes. Con un gesto tan, pero tan sincero que con frutas y frutos en una visión absoluta nos relatan una historia universal de la existencia.

Días después de escribir todo lo anterior vi a Patricia y le pregunté por los “Limones”. Ella me dijo enérgicamente… “¡No son cítricos, son ciricotes!”. De esta forma confirmé lo que escribí antes: la fotografía de Patricia Martín es metafísica. Trasciende la forma —y hasta la naturaleza— para quedar clavados en la mente y después seguir intrigando con sus metáforas sofisticadas y elegantes. Hoy por hoy, como en una película de Buñuel, sigo pensando en la historia de estos frutos; redondos, rebosantes, aparentemente dulces, pero que contienen tanta información que puede meterse a nuestra cabeza disfrazados de su antítesis. ¡Qué interesante es la magia de la fotografía de Patricia Martín Briceño! Hasta unos ciricotes pueden parecer su antítesis.

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