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Se suponía que esta columna la debía haber escrito hace casi un mes, pero ¿qué es el tiempo cuándo se trata de digerir un proyectil benevolente que trae pistas para sobrevivir los avatares de la mundanidad? Ahora sí, empecemos a recordar en retrospectiva, en Mérida, Yucatán, se anunciaba una semana especial: “La semana del Butoh”, me dijo Diego Barjau, con su cara de osito travieso. Como Prometeo, Diego con la complicidad fulminante de Patricia Martín Briceño lograron una tarea épica y transgresora: traer a dos maestros de una disciplina postmoderna japonesa denominada Butoh.

Antes de continuar, les voy a dar una breve explicación de qué es Butoh. Es una fusión de disciplinas creada en las posguerra en Japón. Cuando esta nación estaba en ruinas por los bombardeos estadounidenses sobre el archipiélago Nippon. En esa época había pocas cosas que seguían teniendo sentido. La brutalidad de la guerra había dejado a un país de tradiciones milenarias en los escombros. Recuperarse de tal situación parecía una tarea utópica.

En la reconstrucción de esta situación un grupo de artistas, encabezados por Tatsumi Hijikata y Kazuo Ohno, se dedicaron a deconstruir y conjuntar un hilo conductor de todo lo que pasaba por el interior de sus recovecos creativos y emocionales. Setenta años después, en una tierra dura, caliente e híper capitalista llamada actualmente Yucatán, llegaron de la mano de Diego, Patricia y La Gesta de la Sabana los artistas del Butoh JAS —Juan Antonio Suinaga— y Ken Mai. Los puntos de despegue fueron varios. Pero hoy voy a escribir de los que yo fui testigo.

Las puertas se abrieron para mí en un acontecimiento desarrollado en Casa Creativa en la colonia Itzimná. Ahí, JAS presentó un desdoblamiento híbrido acompañado de una música que él mismo compuso. También ahí, en el ritmo de lo que busca ser contemplado y nombrado con sutileza: JAS con una máscara dispuso su corazón y sus entrañas en un plato metafórico para ofrecérselo a los asistentes. Con flores en la coronilla, JAS desarrolló un performance tan iluminador, conmovedor y contrastante que emocionó a cada uno de los que estuvimos presentes. Al día siguiente, un grupo del cual yo formaba parte nos presentamos en un foro de danza en la colonia Itzimná. Ahí, los asistentes seguimos instrucciones del valiente líder JAS. Y siguiendo su ejemplo dispusimos nuestros órganos emocionales vitales en un plato. A través de movimientos sutiles interpretamos la suavidad y brusquedad de la complejidad de ser un humano. Posteriormente agarramos nuestros órganos y partimos con la luz de la temporada de bálsamo otoñal.

Acto seguido, se presentó Ken Mai en la Rendija. Ahí en más de una hora el artista japonés exteriorizó un tratado sobre oscuridad y luz que dejó a los asistentes en un estado de éxtasis total. Nos sumergió en un sueño, pesadilla, laberinto del subconsciente. A esto le siguió una serie de talleres que impartió en el centro Tumáka’t. En este epicentro vibracional los asistentes bebieron de sus enseñanzas, de su inspiración, de todo aquello que es purificador y fortalecedor. Artistas de varias disciplinas estuvieron presentes: lo vivieron, lo transpiraron. Fueron ayer, hoy y mañana…. ceniza, pétalo, tierra y carne.

Hoy, que será mañana, narro en esta columna un fragmento de luz que inundó a Yucatán por un instante. Esa luz me gustaría pensar sigue iluminado el alma y la esperanza de los que estuvimos presentes. Gracias a todas, todos y todes los que lo hicieron suceder.

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