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Esta es la primera pregunta que a muchísimos jóvenes les viene a la cabeza cuando acaban la preparatoria, a veces la licenciatura y muchas veces… ¡la maestría! Así como se lee. Es probable que quien lea esto se sonroje o sepa exactamente que eso sintió en alguna de esas etapas de la vida.

En mi caso fue bastante interesante. Fue en una clase de “Integración” llevada por un sociólogo en la Ibero cuando él me dijo: “Raúl, tú eres un artista”. Yo en ese momento me saqué de onda. Dije, “¿por qué me dijo esto este maestro?”. Yo estudiaba Ciencias Políticas, según yo estaba preparándome para ser Senador y Gobernador, y luego, ¡éste señor me sale con semejante cosa…!

Los años pasaron, y ese comentario de un especialista en antropología se fue manifestando. Como una semilla que estaba en mi interior fui recordando y haciendo. Primero fotos, luego textos, después experimentos en video… yo trabajaba en lo que se suponía que era mi oficio en el sistema político mexicano y mientras, en el baño de mi casa, pintaba. Visitaba incansablemente exposiciones a la hora de la comida y así hasta que se fue convirtiendo en un trabajo que competía con el primero. La vida fue haciendo que esa afirmación que sucedió hace veinte años se convirtiera en mi realidad. Fui profundizando, fui mejorando, hice una segunda licenciatura —esta vez concentrada en artes y creatividad— y cuando me di cuenta ya era un artista y que con los avatares y deleites que implican ese oficio… estaba sucediendo.

“Todo suma”, me dijo alguna vez un fotógrafo experimentado que conocí, también en esos años de empezar a retomar el acercamiento con la cámara, y tenía toda la razón.

En este viaje me siento tan identificado con todos los que se han hecho esta pregunta no solamente una vez, sino constantemente. Es importante decirles a todas las personas creativas que tienen esas disyuntivas que es perfectamente normal. Que busquen su llamado. Que sean leales a esa intuición y confíen en ellos mismos.

Es también fundamental decirles que esa pregunta es probable que se presente más de una vez y que está todo bien. Sin embargo, aprovechando la tribuna de una columna, me encantaría hacer un llamado: en está ocasión es para los que ya hemos vivido eso. Que tomemos esas inquietudes propias o la de los jóvenes en serio. Que busquemos asesoría vocacional para nosotros o para ellos para hacerlo acompañados. En mi experiencia el viaje de esta forma ha sido mucho más rico en luces, consistencia y alegría. De ahí que insista con esto.

Para concluir, le contestaría a cualquiera que se pregunte a sí mismo “¿y ahora qué voy a hacer?”: atrévete a estar consciente, a explorar y a ser sincero contigo mismo para descubrirlo. Y, por favor, disfruta del viaje mientras lo haces.

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