¡Buen provecho, buenas lecturas!

Raúl Lara Quevedo: ¡Buen provecho, buenas lecturas!.

|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Leer en nuestro tiempo es un acto revolucionario, es un acto de resistencia, trascender en medio de un contexto hostil, es responder a nuestra rutina, es actuar. Son tiempos difíciles para el hábito de la lecto-escritura, sin embargo, irónicamente para la mayoría de los individuos desde sus significados sociales, leer es algo que nos favorece, nos hace más empáticos, más sensibles, más humanos; esto en medio de sociedades cada vez más deshumanizadas.

Para todos, el activar la lectura, como premisa de bienestar, es un hábito “saludable” (nadie se opondrá a tal argumento). Pero entonces, si es entendido como un bien común ¿por qué no todos leen? Un ejemplo análogo para detallar esta situación es el tema alimenticio en nuestro país, pues si sabemos que comer sano es positivo para nuestra salud, explíquenme entonces el primer lugar mundial en obesidad infantil.

Profundicemos en el tema, ¿comemos o leemos lo que necesitamos? Desde pequeños nos han enseñado que la proteína se obtiene de la carne (res, pescado, pollo, puerco) que el calcio de la leche de vaca, no de gato u oveja, que el éxito deriva de la lectura de libros, de textos provenientes de editoriales y autores reconocidos; nos han invitado a experimentar estas alternativas validadas por nuestro colectivo en diferentes presentaciones: fritos, asados, procesados, ediciones especiales, pasta dura, ilustrados.

Todo ello en búsqueda de un “aceptable” estilo de vida, pero ¿son las únicas maneras de obtener todo lo anterior? Nos han dictado la norma social de qué es lo correctamente aceptado en nuestro occidental modelo. Nos venden, desde las estrategias comunicativas “que no podemos comer solo una”, “que creen en los libros”, incluso “que destapamos la felicidad”. Nos han normado a actuar por ansiedad y no por necesidad. Nuestra realidad es vulnerada por los bombardeos constantes de productos, estilos de vida y marcadores sociales, donde buscan en primera instancia generar interés y luego dependencia desde ofrecer modelos de vida utópicos: la leche viene de la granja, los aprendizajes de los libros seleccionados. Tristemente las imágenes ofrecidas son erróneas, pero atractivas y tentadoras. La mercadotecnia del color, la ciencia de las palabras, y el armaje simbólico ofrecen un camino próspero para el consumismo sin mayor reflexión. Te reto a mirar tu refrigerador/librero, de lo que ves ¿qué tanto tiene culpa la mercadotecnia?

En ambos temas nos indican que sí o no consumir, sin contemplar nuestras posibilidades y necesidades particulares. Sin duda la manzana es saludable, pero cómo hacerle cuando el salario mínimo no pone de su parte para tenerla en la mesa. Lo mismo con la lectura, “debes leer a Marquéz, Poniatowska”, sin duda son pilares del conocimiento, pero no accesibles a todo bocado o bolsillo. Vale la pena experimentar otras lecturas con los mismos valores nutricionales, volver la mirada a lo regional, también reconocer el esfuerzo federal con la colección “Los vientos del pueblo” que lanza tintas encumbradas al alcance de muchos. Sin duda, el papel de los medidores será poner un buffet de lectura acorde a los gustos y posibilidades.

Lo más leído

skeleton





skeleton