Leer en red. Capitalizar la hibridez

Raúl Lara Quevedo: Leer en red. Capitalizar la hibridez.

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Hoy la lectura se ha convertido en un método para escucharnos entre líneas, entendernos desde lo nombrado. Acercando el tema al plano actual, la contingencia de Covid-19 nos obligó a resistir un contexto ajeno, hóstil y atípico. Nuestra rutina estuvo rota, fragmentada por una pandemia que llegó de manera abrupta, fracturando nuestras lecturas de lo cotidiano y con ello la interpretación del mundo individual y colectivo.

El Covid-19 de-construyó el espacio que habitamos físicamente y nombramos, el significado de las palabras que empleamos para definir/nos. Quienes coexistimos en este momento de la historia, fuimos testigos de una pausa prolongada en las relaciones interpersonales, esto mermó en el ecosistema de los individuos. Esta premisa configura al ser humano, lo define y lo limita; pero dentro de estas configuraciones, el individuo involucra su historia y contexto, negociando su interpretación de la realidad para narrarse una específica representación social, tal como lo afirma Kornberguer en el Poder de las historias (2012).

Leer-narrar-escribir son actos individuales que nos permite mirarnos en el texto y encontrarnos en ideas del otro, esto siempre ha conllevado una relación física, de diálogo y cercanía. La lectura y escritura tienen la capacidad de asistirnos en momentos catárticos, el reto fue asistir a distancia. El lenguaje desde sus mecanismos articuladores dieron respuesta desde una amplia oferta virtual; esto como una estrategia de acompañamiento discursivo que teje relaciones sociales desde la práctica social de leer. Hoy, la virtualidad ocupa espacios privilegiados en consumo cultural y pedagógico. Las redes como Facebook, Instagram, Twitter, Zoom son los nuevos espacios para dialogar y crear.

Mirar a las plataformas como espacios de convivencia masiva no es algo habitual, sin embargo, es algo que nos está sirviendo como extensiones de compañía. Las tecnologías de la información (TICs) y las personas coexisten en este momento para cambiar la manera de comunicar y estar. Si bien, estos espacios virtuales (no lugares) se han convertido en esos lugares de reforzamiento social, que remedan las rutinas físicas. Es así como los lugares que habitamos no son solamente físicos, son también virtuales pues permean nuestro entorno. Y no estamos hablando de inteligencia artificial, sino de la capacidad de usar las herramientas virtuales para subsanar ausencia real.

Augé, en Los no lugares (2017), define al lugar como un espacio de identidad, relación y de vínculo histórico con ello, se puede sostener que estos espacios virtuales (educativos, virtuales o lúdicos) al impulsar una identidad y relación desde la comparación de sentimientos colectivos por la pandemia, fueron lugares insertados en un lapso histórico de la humanidad, por lo tanto, desde nuestra necesidad y el lenguaje, hemos creado un lugar de encuentro y reconstitución de un vínculo humano.

El reto será garantizar aprendizajes iguales ante realidades diferentes: Unos sin internet, otros sin libros y otros más con la resistencia a leer. Sin duda, las TICs se quedan, ante un inequitativo panorama educativo, la hibridez de las estrategias será desde mi punto de vista, el lugar al que deberemos llegar para leernos en igualdad.

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