La cueva, el arte y la pantalla

Raúl Lara Quevedo: La cueva, el arte y la pantalla.

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Ante los tiempos actuales, ¿cómo la tecnología sirve a la cultura?, ¿cómo el arte responde a esta actualización de modos y potencialidades? El avance de las tecnologías permite entender que el vínculo físico humano ya no es un requisito indispensable para crear, aprender, socializar, ser. Redes sociales que crean metaversos, galerías virtuales que replican procesos físicos. Pensemos en cómo el átomo ilustrado de Filonov migró al pixel, de la ejecución de Paganini a la ingeniería de audio, del labrado de mármol a las esculturas de niebla. Eppur si muove (y, sin embargo, se mueve), rememorando al científico italiano Galileo Galilei, todo tiende a buscar causa a la subsistencia. Estas variables generan exploración y ruptura de los cánones artísticos, lo que es o no es arte será revalorado y puesto en duda.

La tecnología viene a expandir la cueva, diría Platón, a modelar los procesos del arte incorporando avances y materiales. Hoy podemos concebir una obra pictórica sin la necesidad de pintura, podemos crear música desde una aplicación. Hay teatro sin escenarios, estos han sido sustituidos por el Zoom, la tecnología vino a evidenciar que la mano humana no es necesaria para crear arte, lo que es necesario y lo seguirá siendo es la voluntad de comunicar. La disciplina, la ruta, la técnica o el formato podrán variar, pero siempre tendremos una copia de la realidad. El arte se repite ante los avances tecnológicos: adaptarse o morir.

Esto no es fortuito, hace algunos siglos, Charles Darwin y su Teoría de la Evolución, vio este mismo proceso de adaptabilidad fórmulas que permiten trascender y mantener la esencia de las especies. Generacionalmente, cada una de ellas tendrá modificaciones acordes al entorno, y los que no lo logren serán rebasados. La humanidad evoluciona, su tiempo, momento y capacidad comunicativa no serán ajenas a la evolución.

De lo anterior, el arte como extensión de la realidad humana de igual modo sufrirá esta adaptación natural. Ya la vemos, la contingencia obligó a migrar de la presencialidad y el contacto humano a las relaciones que ameritan internet.

Las manifestaciones artísticas de la realidad en tiempos de la virtualización seguirán respondiendo íntegramente a la expresión humana. Las y los artistas transitan por realidades movibles. Extendieron sus óleos a pantallas y exploraron en la tecnología la hibridación.

Ejemplo de estas manifestaciones son las de Laposky, que en 1953 logró a través un osciloscopio trazos visuales desde pulsaciones eléctricas. Otro ejemplo de expresiones artísticas humana es el logaritmo “min G max D Ex[log(D(x))] + Ez[log(1- D(G(z)))]” capaz de generar pinturas con las imágenes que le han sido agregadas a un sistema operativo. El producto de este proceso de inteligencia artificial son obras completamente diferentes conformadas con patrones elegidos por el mismo sistema de manera autónoma. El tema, no solamente será la ruptura del vínculo entre el ser y el expresar, si no la valoración que la comunidad le da a este producto deshumanizado como arte.

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