|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

En los años veinte del siglo pasado, José Vasconcelos impulsó la alfabetización de la comunidad mexicana a través de las Misiones Culturales, una cruzada de alfabetización que contempló el envío de cientos de normalistas a todas las partes del país, esto para convencer y educar, a manera de los evangelistas, a los hijos de los campesinos como estrategia de desarrollo nacional.

A más de cien años de distancia, la alfabetización en el país no es el reto, por el contrario, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), se corrobora que en 2020, solamente el 4.7% de la población era analfabeta, lo que equivale a 4,456,431 personas que no saben leer ni escribir. Sin duda, este es un resultado monumental para la horizontalización de las oportunidades de desarrollo social. Sin embargo, desde los años 90 se ha comenzado a percatar un grupo de carencias de comprensión lectora, contrastando con la gran cantidad de esfuerzos por promover la lectura. Roger Chartier postula que hay una nueva barrera entre el conocimiento y el individuo, esta inmediatez de la globalización genera dispersión en el entendimiento.

Se reafirma que ser alfabetizado no te hace ser lector. Pese a encuentros, cursos, talleres, materias escolarizadas, ferias, e incluso la Ley del Fomento a la Lectura, Escritura y el Libro, en el 2018 sólo 1% de los jóvenes mexicanos demostró habilidades avanzadas para comprender textos largos, y ese resultado fue menor al obtenido en el 2015. ¿Qué es lo que sucede entonces? Cerillo responde y propone que surge entonces un nuevo concepto, el Neoanalfabetismo (Cerillo, 2021, p. 184).

Es preciso reconocer que la animación lectora, en demasiadas ocasiones se reduce a actividades puntuales, en las que se aplaude el espectáculo de un buen cuenta-cuentos, se interroga a un autor conocido o se juega con diversos pasatiempos, pudiendo confundirse la animación a la lectura, con otras actividades culturales.

He aquí la clara realidad, de que las estrategias lectoras actuales se han centrado en el divertimento lúdico, claro, basado en el libro, pero sin mayor meta que el entretenimiento, sin el menor entusiasmo por retroalimentar al receptor desde el diálogo para compartir sus impresiones, análisis o articulaciones con otros momentos y conocimientos previos.

La lectura es un bien social que debe fungir como interlocutor entre la ficción y el contexto de lo real. Cerillo propone dos conceptos: la comprensión lectora, que es la capacidad de decodificar elementos de la lengua encaminados a sintaxis y redacción, y por otro lado, la competencia literaria que busca que el individuo negocie lo leído y lo contrareste con su bagaje de experiencias previas, para el primero se necesita una plataforma de lectura (libro) y el código linguistico, para el segundo término únicamente es necesaria la información y el proceso de introspección con ella. Sin duda deberemos fortalecer los procesos de recepción y asimilación de experiencias literarias, darle vuelta a la hoja y centrar los esfuerzos en las personas y no en los libros, poner como eje la emoción y sentir del usuario, sólo de esa manera podremos potenciar que las y los mexicanos nos concibamos como lectores al pie de la letra.

Lo más leído

skeleton





skeleton