Oratoria en las aulas: el arte de convencer en comunidad
Raúl Lara Quevedo: Oratoria en las aulas: el arte de convencer en comunidad.
Demóstenes, padre de la oratoria, nació en Atenas en el año 384 a.C. El mito cuenta que se colocaba pequeñas piedras en la boca y emitía con ellas discursos ante las olas del Golfo Sarónico. Argumentaba que eso ayudaba a mejorar el tono de su voz, el control de respiración, así como la dicción. Dominó su mundo desde tratados de derecho con tan sólo veinte años. Sin duda supo que el dominar el arte de la palabra le permitiría expandir sus ideas. Convencer con elocuencia, domar el lenguaje y construir mensajes tan potentes que mueven voluntades.
A más de veinte siglos, la oratoria está más vigente que nunca en el sistema educativo. Recuerdo con cariño cómo en la Escuela Secundaria “Gonzalo López Manzanero”, la maestra Landi Cortés, organizaba los concursos internos con sumo entusiasmo. Me parecía emocionante tener la oportunidad de ser escuchado y visto de otra manera al momento de emitir ideas y argumentos de un tema elegido. No es sencillo, pues armar el discurso, entenderlo, y encarnarlo es un reto mayúsculo. Ademanes, control de voz, manejo de las emociones, dicción, improvisación, son cosas que todo orador domina y usa en la vida profesional. En la Preparatoria Estatal #6, no fue la excepción, ahí mi madre literaria, la gran maestra Leslie Ávila concretó la pasión que hoy se ha convertido en un estilo dichoso de vida.
Creo fervientemente que quien es capaz de dominar sus palabras y convencer a una audiencia tiene un poder que debe usar con ética y responsabilidad. Por ello me fue grato, que a casi 22 años de mi último concurso de oratoria, se me haya considerado ser jurado del certamen interno de la Escuela Preparatoria Estatal #5 “Agustín Franco Villanueva”, bien dirigida por la maestra Guadalupe Hernández, en esta sede nocturna viví una experiencia diferente. Los estudiantes miraban con curiosidad el rito de la actividad, la posición de los jurados, la ubicación de los participantes. Percibí que toda la comunidad apoyaba a los trece competidores sin distinción. Uno a uno fueron pasando, claramente se percibía esfuerzo por vencer el miedo de esa nueva experiencia, para muchos era su primera ocasión en un certamen, ¡fantástico!
Se habló de temas que nos duelen: violencia de género, guerras mundiales, depresión y ansiedad, entre otros. Cada participante defendía y argumentaba su tema con fuerza inagotable. La lluvia nocturna se dejó caer, no dio paz ni tregua. El sonido de las láminas del auditorio ejercía un mayor reto, pese a ello el certamen no se suspendió, la energía de todos mantenía lo necesario. Ese día Chaac, dios maya del agua, entendió que la voluntad de la palabra es invencible, fue derrotado por trece estudiantes que se enfrentaron a ese mar vertical con perseverancia, sin duda heredaron el legado de Demóstenes.
Yareli Kau, alumna de tercer año, fue la seleccionada para representar a la sede en el concurso estatal, un grito frenético y colectivo apabulló la lluvia al dar la noticia, con ello corroboró que había logrado lo necesario: unir y convencer.