|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

El artista es el que crea historias, el mismo que crea posibilidades y es el único de hacerlas verdades concretas. El artista es el puente entre lo real y lo añorado, amplía los límites de lo momentáneo y efímero. El arte crea un orden a través de un mundo sin él. Rufino Tamayo es un ejemplo de las realidades creadas a pesar del artista, en Tamayo se construyó toda una amalgama de posibilidades y signos. Se le atribuyeron significados, así como liderazgos que jamás pasaron por las manos y los trazos del pintor.

En Rufino se creó, a manera de obra clásica griega, una epopeya, que es la adoración de un pueblo para un héroe con la finalidad de engrandecer al mismo pueblo. Al héroe se le dota de características incomparables con otro ser humano, esto con la idea de crear un representante mesiánico, tal como fue Rufino para la “Ruptura”. Sí bien el artista, contemporáneo de la Generación de la Ruptura, navegó de manera insular, siguió creando a pesar de estos anclajes arbitrarios a un movimiento ajeno para su esencia. Avanzó atisbando de lejos el movimiento también llamado de contracorriente. Éste se caracterizaba por un grupo de artistas emergentes que no estaban cómodos con el nacionalismo exotizado, con el muralismo “de petición”, el mexicano. Iban en contra de los signos estigmatizados de la patria, abandonan la idea del indígena pobre, de las tierras secas y los héroes patrios dejan de vivir de la nostalgia de un pasado para arriesgarse a pensar en lo indígena en un mundo contemporáneo.

Tamayo y sus colores maduraron, cual ocaso sus tonos daban la bienvenida a nuevas ideas que ya anidaban en la población; para Tamayo la mexicanidad está presente a lo largo de su potencia artística, ve el espíritu indígena desde una mirada diferente al muralismo, la ve viva y no arrojada a la tumba de la historia, la historia es la que crea Rufino en dónde lo indígena coexiste con la moderna manera de transitar lo cotidiano y poético. El realismo poético, la metáfora del trazo y el color se fusionan en mensajes epítomes de nostalgia y futuro. Tamayo cobra fuerza, su obra se distingue entre la de Rivera y Orozco, su obra no es un malinchismo elegante, es una bocanada de modernidad mexicana. Rufino creaba sin la necesidad de ser ejemplo, líder o cabecilla de la “Ruptura”, su misma esencia rompía la anquilosada manera de ver los signos del mexicano.

Tamayo se aleja de las obras a “modo” y se compromete con su patriotismo renovado, mira a la pintura mexicana no como cumbres de poder o protagonismo, sino como espejos en constante movimiento que robustecen el orgullo por lo mexicano en el mundo y los tiempos modernos. Hay más formas que el nopal para ilustrar una patria y a su pueblo en plena luz de su desarrollo intelectual. 

Lo más leído

skeleton





skeleton