La quietud de la modernidad: “Las batallas en el desierto”, de Pacheco

Raúl Lara Quevedo: La quietud de la modernidad: “Las batallas en el desierto”, de Pacheco.

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A finales de los años 40s e inicios de los 50s, México comienza a madurar como una nación moderna, industrializada y con alta capacidad de insertarse en los convenios de desarrollo internacional. Novedades llegaban a las calles de la naciente metrópoli, marcas estadounidenses se asentaban, la salsa “ketchup” así como los refrescos embotellados auguraban los aires de la modernidad en las calles.

Este es el período que José Emilio Pacheco elige para crear una de las obras epítomes de la literatura mexicana, “Las batallas en el desierto”, esta vio la luz en 1981, y se sitúa alrededor del andar de Carlitos, un niño no mayor de 10 años, que después de la segunda guerra mundial, ve desde la mirada infantil el precio que se paga por lo moderno. Hay cierta analogía en el crecer del niño y el madurar de país, pareciera que el autor nos brinda un mensaje indirecto, en ambos casos, la pérdida de la inocencia.

Carlitos avanza en sus días, jugando con sus amigos una dinámica que atisba la batalla de Israel por su independencia en 1948: “La guerra de la liberación”. En el recreo, los niños juegan en medio de tierra roja, discriminación y sesgos de género; las infancias masculinas maduran con los mismos símbolos que sus padres y abuelos. Sí, se respira el futuro con nuevas marcas de autos (Cadillac, Chrysler, Dodge), electrodomésticos y pan en barra, pero las ideas parecieran estancarse en las ranuras de la sociedad. Muestra de ello es Héctor, hermano del protagonista, que a lo largo de la trama demuestra acoso a las trabajadoras domésticas de su casa; esté es justificado por sus padres, invalidando estos actos lacerantes hacia las mujeres. A propósito de ello, Mariana, madre de Jim, amigo de Carlitos, cautiva de inmediato al infante, logrando que experimente sentimientos desconocidos. Carlos se enamora de “una anciana de 28 años” que despertó de inmediato la sexualidad que ya bostezaba. La mujer rompe el prototipo femenino de la época, empoderada al criar sola a Jim; genera un estigma negativo para el resto de la sociedad, pues su belleza y candor ya generaban rumores acerca del posible e incómodo oficio de Mariana.

Es notoria la estigmatización y cosificación de las mujeres, pues son vistas como objetos, cual electrodomésticos, que pertenecen a los empoderados, a los que se encuentran encima de los “otros”, lo natural de la jerarquización en una sociedad moderna. Esta segregación es cosa constante en la obra de Pacheco, ejemplo de ello, en la escuela de Carlitos, los bandos de niños (árabes y judíos), se crean dependiendo de los orígenes familiares y los poderes adquisitivos de los alumnos. La trama avanza, el tiempo y la modernidad no se detienen, pasan por encima de las historias y deseos de los personajes. Ya un adulto Carlos, escudriña en las calles de su memoria, Mariana se ha ido, no sabemos ¿cómo?, ¿ni cuándo?, ni mucho menos el destino, lo único es que, tanto ella como la modernidad nacional, seguirán habitando en los recuerdos infantiles de los adultos decepcionados.

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