El poder de la palabra en Caperucita Roja
Raúl Lara Quevedo: El poder de la palabra en Caperucita Roja.
No hay niñez que no escuche, ni juventud que no reconozca a una prenda infantil del color de la manzana de Adán y Eva, del mismo color como el triste ocaso del sol, así es, hablamos de Caperucita Roja, cuento que por naturaleza obliga a narrarlo desde la experiencia vivida que merece ser replicada.
Lo admito, conocí la narración por la fantástica película mexicana de Roberto Rodríguez, que en 1959 popularizó entre los niños este cuento. Sin duda, Manuel “El Loco Valdés”, en su papel del lobo feroz atrapó a toda una generación. Desde este filme fue claro el mensaje, como el típico lobo, nativo de nuestras memorias narrativas, cuenta con potentes habilidades humanas: el hablar, el andar en dos patas, incluso en vestirse de abuela antes de degustar un festín que incluye abuela y nieta en un solo bocado.
Desde los estudios en la Licenciatura en Literatura Latinoamericana, conocí la narratología y la hermenéutica. La primera, es la habilidad que nos heredó el lingüista ruso, Vladímir Propp. Él creó un sistema para interpretar desde la narración datos sutiles y ocultos para el ojo inexperto. El segundo término, se dirige a mirar el contexto histórico de la narración, de las palabras y los enfoques.
Desde estas trincheras entendí que Caperucita no es tan inocente como se piensa, pues en primer lugar esta narración carece de autor, pues vio la luz en el auge de la tradición oral, en pleno proceso en dónde las narraciones eran tomadas como manuales de supervivencia.
Por ello, la palabra cuento, deriva del latín, computus, que significa contar, mismo que fue popularizado en la etapa medieval por los juglares, hábiles cuenta-historias.
La narración original del cuento nos habla de un “compadre lobo”, es decir un ser humano con características bestiales; nunca existió un lobo como tal, sino un hombre feroz. Esto cambia por completo la connotación de la narrativa, pues ofrece la idea de premeditación, alevosía y ventaja para con la abuela.
Esto lo vio Charles Perrault, pues su versión transcrita decide omitir este mensaje y posiciona a un lobo (animal), a manera de fábula en la historia.
Los hermanos Grimm, por su parte, recogen la versión de Perrault y deciden resolver todo conflicto con la muerte del lobo, una muerte como la de la abuela en la narrativa original: premeditada al ser planeada por el cazador, con alevosía por esperar hasta que el sueño profundo permita abrirle la barriga para sacar vivas a Caperucita y la abuela, metiendo en su lugar piedras de un río. Y la ventaja de retarlo desde su hambre feroz, a atravesar el río para que muera ahogado. Sin duda, como diría Galtung, la normalización de la violencia para la resolución de conflictos colectivos, pues para resolver el asunto, la erradicación y no la sensibilización fueron el eje.
Sin duda, esta narración fungió con seguridad en su contexto como una potente campaña para desconfiar de lo ajeno, pero desde nuestra mirada es peligroso no leer entre líneas los productos culturales que consumimos y narramos.