La más grande historia jamás cuenteada
El poder de la pluma
El reciente fallecimiento de Max Von Sidow (8 de marzo de 2020) provocó que hiciera un visionado retrospectivo de sus filmes, como la superproducción de George Stevens “La más grande historia jamás contada” (1965), la cual tiene algunas fallas en el guión en cuanto a la elipsis de la historia (tal vez por sus más de tres horas de duración algunas escenas quedaron fuera de la edición final).
Vale la pena su visionado, sobre todo por los valores de producción: la fotografía en Technicolor es impresionante, al igual que los escenarios y el vestuario; además del reparto multiestelar en el que destacan Claude Rains, José Ferrer, Sal Mineo, Sidney Poitier, Donald Pleasance, Charlton Heston y Telly Savalas, entre otros que hoy en día ya son leyendas.
Von Sidow, en estado de gracia, es imponente. Su voz y su presencia llenan la pantalla, uno casi cree que, de existir, el actor sueco es Jesús. Lamento no haberla visto en el cine como fue pensada originalmente, pues estas epopeyas cinematográficas de corte bíblico son muestra del gran cine norteamericano ya extinto en nuestra época. Hay que volver a verlas, aunque sea para renovar la fe en el viejo Hollywood.
En contraste, con un presupuesto mucho más modesto, “La última tentación de Cristo” (1988) es una excelente adaptación de la novela del escritor griego Nikos Kazantzakis, en la cual Martin Scorsese nos presenta la dicotomía entre la humanidad y la divinidad de Jesús, un personaje lleno de miedos, dudas y deseos mundanos.
Este filme elude la grandilocuencia bíblica para concentrarse en el desarrollo y la profundidad psicológica de los personajes principales, encarnados por Willem Dafoe como un Nazareno con muchos matices, y un sólido Harvey Keitel como el beligerante Judas. Completan el ensamble actoral Barbara Hershey como María Magdalena/Satanás, David Bowie como Poncio Pilatos y Harry Dean Stanton como Saúl.
La película tiene varias escenas que oscilan entre el surrealismo y la psicodelia, aderezadas con la banda sonora de Peter Gabriel. Las metáforas visuales son poderosas gracias a los trucos de cámara y efectos especiales que ya no se usan, pero que debido a ello han envejecido bien, puesto que son realistas y discretos, no como el fugaz CGI que no tarda en verse falso en las producciones actuales.
Algo que tienen en común estas dos cintas es que ambas dan mayor importancia a Judas y poco protagonismo a Pedro, la roca en la que hoy se asienta una tambaleante Iglesia católica cuyos cimientos han sido erigidos sobre la mentira y los mercaderes que, presumiblemente, Jesús expulsó del templo -aunque con muy poco éxito-. Los puntos de vista que estos filmes nos muestran en su aproximación al personaje de Jesucristo van desde su encumbramiento ideológico a la reflexión teológica, algo todavía necesario entre aquellos creyentes que siguen adorando el mito y la leyenda del “mesías”. En ese sentido, el título de “La más grande historia jamás cuenteada” bien se podría aplicar a todas las religiones por igual.