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“Dios ha puesto tan cerca la alegría del dolor, que muchas veces lloramos de alegría; sentirse víctima puede ser muy agradable”. Esta frase de Aurora Dupin es fuerte, pero cierta.

¿Gozas siendo víctima en tu trabajo, en tu hogar, con tu pareja? A cuántas personas les encanta sentirse víctimas y sacar provecho. Se sienten indefensos, explotados, marginados; llevan el letrero de víctima en la frente, y con orgullo se quejan que su patrón los explota, que sus hijos son unos ogros y que la vida es insoportable. Son víctimas, pues con insistencia lo dicen, lo piensan y lo sienten.

Probablemente en tu matrimonio seas la víctima o el victimario, pero ¿te agrada y le sacas provecho? Eres víctima cuando idealizas a tu pareja o la criticas ante cualquiera, y tus quejas son lamentos de reproche. Crees que sólo tú tienes la razón en tu casa y que tu cónyuge es una piedra en tu zapato.

No le dices lo que quieres o deseas y luego le echas la culpa de no recibir afecto, amor y cariño. El amor hay que saber darlo para poder recibirlo. No se te olvide.

Cuántas veces estamos totalmente convencidos de que nuestra vida es una equivocación y gozamos en deprimirnos; disfrutamos al sentirnos víctimas y se nos olvida que nuestros logros y fracasos son resultado de nuestras actitudes, positivas o negativas:

¡Tal como piensas serás! Buena es la frase de Publio Sirio: “Vence dos veces el que sabe vencerse a sí mismo, en la embriaguez de la victoria y en la oscuridad de la depresión”.

No intentes estar a la altura de tu esposa/o. Disfruta la relación de pareja y da gracias a Dios que se tienen y pueden llegar juntos al invierno de la vida con amor, comprensión, aceptación y mucha dosis de diálogo. Pero no esperes que siendo tu criada o un ser servil sin autoestima logres su amor. El hombre valora más a la esposa que se respeta dándose su lugar al ser amiga, madre, compañera y amante; no un ser impersonal que goza siendo víctima del ogro.

Cuántos matrimonios insisten en tener el control y luego se quejan de no sentirse apoyados. Esperan que su pareja sepa lo que necesita y se molestan cuando lo desconocen; piden el deber como obligación y no con amor. “La única cosa que usted cree que no puede hablar con su compañero, es precisamente aquella que usted debe de hablar”.

No seamos víctimas ni victimarios, disfrutemos la vida con aquella invitación del humanista Raimundo Lullio: “Anda por el mundo y maravíllate, a través de las creaturas contempla el poder infinito de Dios”.

Vamos a desechar amarguras, resentimientos, rencores y desilusiones. Hagamos efectivo el perdón con amor y lancemos lejos los recuerdos tristes, que son la cárcel de nuestros resentimientos. Exploremos a diario la voluntad de Dios en nuestras vidas, y entendamos que la mejor forma de convertirse en víctima es pensar y actuar como tal.

Hagamos nuestra la frase de William Ashora: “Sólo cuando seamos plenamente capaces de decir no, seremos capaces de decir sí, un sí en todo nuestro ser”

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