Los puestos de música en Mérida
Rodrigo Ordóñez Sosa: Los puestos de música en Mérida.
En los años noventa en Mérida existía un gran vacío para conseguir casetes de rock, punk o cualquier género musical que no fuera controlado por la industria mexicana de grupos de moda impulsados por Televisa, los únicos que conseguían una oportunidad de estar accesibles al público eran las bandas provenientes de España que, aunque tenían letras contrarias a la moral que impulsaba el país, todas tenían como común denominador que no criticaban a los políticos, la cultura o la sociedad.
En esa época aparecieron Café Tacvba y La Maldita Vecindad, los primeros compilados de éxitos como 10 años de Rock Mexicano, Alex Lora se estaba consolidando como un ícono desde los ochenta y, ya en los noventa, era conocido y distribuido en toda la República Mexicana, sin embargo, si querías oír los grupos como Trolebus, Transmetal, Yaps, La Polla Records, Cerdos Sexuales, agrupaciones yucatecas o cualquier banda de punk española o en inglés, era una odisea en la ciudad.
Afortunadamente, existían lugares como Rocketerías que distribuían a pequeña escala a grupos que provenían de otras partes del mundo, aunque era un catálogo muy limitado, además había intercambios en las tocadas que se realizaban en Henequeneros y bazares en la ex estación del tren, donde nos reuníamos para intercambiar casetes grabados, compartir cuáles eran las novedades del momento y, casi a medios de esa década, comenzaron a salir revistas, junto con la aparición del CD, que regalaban antologías de grupos de punk o rock que provenían fuera de México.
Pese a esas alternativas limitadas, tras la apertura de Bazar San Juan en la calle 62 por 67, se colocó en la tercera puerta un pequeño puesto conocido como El Buen Chucho, que era atendido por una verdadera máquina de conocimiento en materia musical, conocía desde los grupos de rock de los sesenta de Estados Unidos y México, la evolución de los mismos, música española, la aparición de nuevas bandas, en fin, si querías conocer cuáles eran las novedades en la materia, acudías a su puesto a conversar y, a escondidas de los administradores, beber cervezas los sábados, mientras te actualizabas sobre lo que pasaba, su opinión sobre qué grupo valía la pena, en lo cual, muy rara vez se equivocó.
Era un personaje recurrente en el mundo de la distribución de música de la contracultura, sobre todo, porque ese pequeño puesto de dos metros tenía una colección insuperable de discos de vinil, estaban The Beatles, The Doors, Rolling Stones, primeras ediciones en exhibición, una variedad de casetes con grupos internacionales, y, para quienes no podíamos darnos el lujo de comprar esos tesoros musicales, existían cajas con casetes grabados de muy buena calidad, había adornos, parches y memoralia de varios conciertos. Pero un sábado, al regresar a su local, las puertas estaban abajo y se informaba que el Buen Chucho había muerto, cerrando así un espacio en el que te enterabas dónde serían las próximas tocadas o la nueva música, ese puesto funcionó mucho mejor que el Internet de hoy en día, aunque tristemente muy poco hay escrito sobre él.