Los servidores públicos y la política (y II)

Rodrigo Ordóñez Sosa: Los servidores públicos y la política (y II).

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Como hablamos en la entrega pasada, los servidores públicos han mantenido una dependencia a las figuras en el poder, porque los altos puestos, los mandos intermedios y las posiciones de jerarquía aún están sujetas a la voluntad del Gobierno en turno, del nuevo secretario o director que está en funciones, con su consabido grupo de allegados que a toda costa impedirán que los trabajadores se acerquen a esferas más elevadas, donde ellos no tengan control.

Como es el caso de la película mexicana “Renuncia por motivos de salud”, que comienza con el cambio de titular en una Secretaría de Estado, cuando llega el nuevo Secretario, que fue compañero de estudios del protagonista y al cual saluda en su presentación delante del personal, hace que este personaje se transforme en el más influyente dentro de la secretaría a los ojos de todos. Después de varias peripecias, acaba renunciando alegando motivos de salud, ya que no se prestó a las manipulaciones de sus superiores y su supuesto amigo de la infancia.

Aunque se estrenó hace casi 50 años, esta película refleja mucho de lo que ocurre dentro de las dependencias estatales, haciendo que este país sea más irreal, sobre todo porque la permanencia en un puesto público depende de prestarse a las artimañas poco éticas de las estructuras del poder, ya sea para cambiar el fallo de un concurso, elegir ganadores sin importar la calidad del trabajo o, implementar, negarse a participar en el revanchismo político.

Pareciera la descripción de un México que no existe, pero aún ocurren estas prácticas, donde se dejan de lado la calidad del trabajo, el profesionalismo o las aptitudes y capacidades, para prestarse más a combatir a sus enemigos políticos, principalmente en vísperas electorales, donde ya nadie piensa en servir a los demás, sino en su siguiente puesto donde podrán lucrar nuevamente tres o seis años, depende el cargo que ostente.

Para lograr esto, los titulares no se manchan las manos, como en la película, sino que depende de un séquito de fieras, cuyo trabajo es espiar a los trabajadores, armar expedientes, girar las órdenes o pedir se manipulen los resultados de las licitaciones o convocatorias para impedir que sus adversarios obtengan una ganancia, en menoscabo de la calidad del proyecto o la obra a realizarse. Este grupo alrededor del poder mantienen esa actitud que tanto repudiamos los ciudadanos: groseros, advenedizos, hipócritas, corruptos y vulgares en sus formas de imponerse hacia los que trabajan al interior de una dependencia.

Como país, estamos acostumbrados a mirar con recelo o desdén a quienes tienen un cargo sin importar el rango dentro de la administración pública, pero deberían existir mecanismos internos o protocolos para acabar con este círculo alrededor del titular, porque son los que envilecen el ambiente laboral, ocasionando que los que están al frente de una ventanilla o recibiendo a las y los ciudadanos, ofrezcan un trato injusto, cansados de estas labores de espionaje y sabotaje a quienes solo desean ganarse el sustento a través de su trabajo y talento.

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