El reloj que no medía tiempo

Sergio F. Esquivel: El reloj que no medía tiempo.

|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Imaginemos por un momento un reloj que no mide el tiempo en segundos, minutos u horas, sino en momentos de un impacto profundo en nuestra vida. Este reloj, ajeno a las prisas de la vida cotidiana, marca solamente los instantes en los que algo verdaderamente importante sucede: el abrazo de un reencuentro esperado, la despedida en los pasillos de un aeropuerto, la risa compartida bajo las sábanas de un cielo estrellado.

El reloj que no medía tiempo fue diseñado no para contar, sino para significar, no para recordar, sino para sentir. En su esfera, las manecillas se mueven al compás de emociones y descubrimientos, deteniéndose en cada punto de inflexión, en aquellos instantes que marcan un antes y un después en nuestras vidas. Este artefacto que desafía la lógica del tic-tac perene y nos invita a preguntarnos: ¿qué momentos formarían las horas de nuestro día si el tiempo se midiera así?

Este reloj nos enseñaría a vivir de manera diferente. En lugar de correr contra el reloj, aprenderíamos a fluir con él, a darle espacio a lo inesperado y a valorar cada encuentro, cada experiencia, cada oportunidad como únicos e irrepetibles. No se trataría de cuánto tiempo pasamos en cada cosa, o que tan profundo nos sumerjamos en alguna actividad, sino de la calidad de los momentos que vivimos mientras tanto.

En un mundo dominado por la eficiencia y la productividad, donde todo se mide, todo se calcula y todo se valora de acuerdo con esos datos, un reloj así sería una revolución. Nos recordaría que no son las horas las que dan sentido a nuestra historia, sino nosotros quienes damos significado a esas horas. Nos invitaría a reflexionar sobre cómo gastamos nuestro tiempo y, más importante aún, cómo gastamos nuestra atención y nuestro afecto.

Tal vez este reloj nos ayudaría a olvidarnos de la insaciable sed de acumular “más” cosas y experiencias, y en su lugar cambiarlo por uno “mejor” que nos acerque a cosas y experiencias más significativas y trascendentes. Nos ayudaría también a comprender que la vida debería medirse en la intensidad con que vivimos y no en la rapidez con que avanzamos. Nos ayudaría a ver que cada día trae consigo la oportunidad de sumar momentos significativos a nuestra existencia, esos que deseamos revivir y que, en retrospectiva, definirán quiénes somos.

El reloj que no mide tiempo es una metáfora de cómo podríamos vivir si nos liberáramos de las cadenas del cronómetro y nos enfocáramos en lo que realmente importa. Una idea absurda que nos llama a valorar el ahora, a reconocer que cada momento tiene su propio peso y medida y que, en el fondo, el tiempo más valioso es aquel que vivimos con plenitud.

Lo más leído

skeleton





skeleton