Lobatos: aventura de identidad
Verónica García Rodríguez: Lobatos: aventura de identidad.
Siempre, de alguna manera, me llamó la atención estar al frente de la manada de lobatos, curiosamente, no como Akela, lo cual es entendible dentro de los roles de género aprendidos en la mayoría de las adolescentes de mi generación. Yo quería ser Raksha, la mamá loba, que, en “El libro de la selva” de Rudyad Kipling, protege y crece a Mowgli, el cachorro humano, como uno de sus lobatos.
Ahora que he vuelto, después de 30 años, a las filas del escultismo, como scouter para acompañar a mi hija, uno de los muchos procesos por los que he pasado es compartir con el Consejo de Viejos Lobos de la Manada, mis rasgos emocionales y de carácter: cómo me veo, cómo soy, qué me hace ser lo que soy. En realidad, no soy nada maternal ni fiera como lo sería Raksha, tampoco soy del todo fuerte y ágil como Baguera, la pantera.
Así que el Consejo decidió que mi nombre sería Kaa, la enorme serpiente pitón que rescata a Mowgli de los Banderlogs, un personaje mítico de la cultura hindú, lamentablemente distorsionado por la versión animada de Disney, y que representa el mundo de la creatividad.
Sin embargo, Kaa no tenía mayor significado para mí, dado que no era cercana a mi universo fantástico. No me causó mucha emoción portar su nombre. Pero, al pasar los días, semana a semana, actividad tras actividad, el nombre de Kaa se ha acomodado en mí. La voz de los lobatos al nombrarlo y mi espíritu al trabajar con ellos, incluso al mirar en silencio a mi alrededor, al observar cómo se desenvuelven las cacerías, me siento cada vez más Kaa, más creadora, más contemplativa, más sabia.
Algo parecido sucede con cada lobato cuando hacen su promesa, además de recibir su Flor de Liz, pañoleta y motas amarillas, que los identifica como parte del movimiento scout, grupo y sección, reciben también su nombre de selva, ese que los identifica con algún personaje de la maravillosa selva del Seonee. Lo que más allá de simplemente ser un juego de roles, se convierte en un elemento que contribuye a la formación de su identidad.
La identidad es un proceso muy complejo en el que, según Marcela Lagarde, los individuos se reconocen en su mismisidad y en relación a los otros, es un proceso inacabado que está en constante evolución.
En el caso de los niños y niñas, ésta empieza cuando el infante toma conciencia de sí mismo como una persona diferente a quienes lo rodean e intenta definirse. En este proceso, la interacción social de la familia y otras instrucciones como la escuela cobra gran relevancia.
Para los niños y niñas, la manada de lobatos, además de ser un espacio divertido y de convivencia con la naturaleza, el vivir la fantasía creada por Kipling y recreada cada sábado por los scouter, les permite ir reconociendo sus límites y habilidades, generarse retos y valores.
Por fortuna, hoy existen en el mundo muchos Akelas, hombres y mujeres, Baloos, Bagueeras y, también, Kaas, cada uno en su manada esperando abrazar a sus lobatos, para acompañarlos hasta la aldea del hombre.