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Enero es el mes en que recibimos al nuevo año llenos de esperanza y buenos deseos. No faltan los rituales para atraer la fortuna y la lista de propósitos a alcanzar en los meses por venir: ir al gimnasio, terminar la tesis, iniciar la maestría, ir a terapia, hacer el viaje pendiente, etc.

Sin embargo, sabemos que, como las cabañuelas, que también se dan en este mes y que servían para pronosticar el tiempo del resto del año, podemos advertir cuáles de nuestros objetivos podremos cumplir y cuáles nos será más difícil hacerlo; es decir, como cualquier proyecto, habrá que priorizar y verificar la viabilidad; y, en alguno de los casos, simplemente, cambiar de rumbo.

Los cambios suelen no gustarnos, porque cuando algo se modifica nos enfrentamos a lo desconocido y eso nos causa cierta inseguridad. Pero, a veces, olvidamos que el resultado de las transformaciones puede ser sorprendente y renovador, como cuando una oruga se convierte en mariposa: la oruga pasará por un proceso de mutación que, a pesar de saber que será doloroso, ella misma teje su capullo para esperarla. La oruga no volverá a ser la misma, tendrá alas y volará. No regresará al capullo.

Enero nos permite visualizar nuevos rumbos en nuestra vida personal y en la vida política, que hoy se perfilan, en México, hacia las elecciones del próximo año. Nuestras opiniones, decisiones y acciones, aunque parezcan insignificantes, tienen impacto en la vida pública de nuestro país, ya que todos somos agentes políticos, aunque no queramos. Pero, la experiencia nos ha enseñado que, si bien la política parece lejana, sus resultados afectan nuestra vida privada.

Esperamos nuevos rumbos hacia espacios de igualdad, justicia y seguridad. Las mujeres deseamos menos violencias, menos desaparecidas, menos feminicidios y menos impunidad. No podemos obviar que ya suman 80 feminicidios tan sólo en Yucatán, de los cuales 60 se dieron a manos de sus parejas o ex parejas. ¿Será posible cambiar el rumbo de éste que parece el destino de tantas mujeres en México?

Tenemos también nuestras esperanzas en que los candidatos, quienes ya se perfilan disparados para el 2024, contemplen nuevos rumbos para la atención de la salud mental en Yucatán, donde presumimos de seguridad, pero mejor ni hablar del preocupante índice de suicidios, entre otras prioridades como mejorar la vialidad para desahogar el tránsito en zonas neurálgicas de la ciudad de Mérida y contemplar presupuesto estatal para Cultura, y dejar de seguir destapando un hueco para tapar otro.

En los otros países hermanos de Latinoamérica, que han estado tan convulsos por los movimientos políticos de los últimos meses, esperamos también nuevos rumbos hacia acontecimientos que abran el diálogo, el reconocimiento de las diferencias y los derechos de los pueblos indígenas, hacia el restablecimiento de la paz.

Iniciemos el 2023 no sólo como espectadores, como lo fueron los vikingos, seamos navegantes de nuestro destino: icemos velas, tomemos el timón, enfrentemos tormentas y disfrutemos el mar. En este inicio de año, las posibilidades que la vida nos ofrece son infinitas. A veces, sólo basta mirar el horizonte, tomar nuestra maleta y cambiar el rumbo de nuestro viaje.

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