Educación, los retos que afrontamos

Verónica García Rodríguez: Educación, los retos que afrontamos.

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Unas semanas atrás finalizó el ciclo escolar 2022-2023 y hemos dado paso a las vacaciones de verano, pero durante nuestros días en la playa o del descanso que dispongamos, vale la pena detenernos un momento a observar que éste que cerramos es el primer ciclo escolar escolarizado después de la pandemia y en el que egresamos a las generaciones que gran parte de su formación hicieron frente a una pantalla, televisiones o a través del teléfono celular.

Aunque la pandemia del SARS CoV-2 parece haber quedado atrás, aún comenzamos a ver las consecuencias: ¿las escuelas volvieron a ser las mismas?, ¿los maestros y alumnos volvimos a ser los mismos? Seguramente, estamos de acuerdo que la pandemia, además de los efectos en materia de salud y economía, nos dejó una estela de problemas sociales que los agentes educativos observaron de primera mano y, sin ninguna herramienta adicional que su experiencia y vocación, se han dado a la tarea de resolver.

El rezago educativo es apenas una parte de los efectos visibles de dos años fuera de las aulas, donde los niños y jóvenes dejaron de tener la dinámica de un compromiso, más allá de que si el sistema educativo de los países latinoamericanos sea el mejor o no, perdieron la rutina de estudiar, dialogar, memorizar, e incluso, de convivir con sus pares. A cambio, tuvieron tiempo sin acompañamiento de adultos —puesto que los padres, en su mayoría, debían salir a trabajar—; o en su defecto, algunos jóvenes ingresaron a las fuerzas laborales informales, lo que hizo que perdieran el interés por la escuela; proliferaron los embarazos adolescentes, los abusos sexuales y la adicción por las drogas.

Cuando regresamos a las escuelas en enero de 2022, vimos jóvenes sin el más mínimo interés por estudiar, por cumplir con sus tareas, desalineados en su imagen, sin motivación y con una actitud de enajenación difícil de combatir. En México una de las estrategias fue, a disgusto de los profesores, aprobar a todos los estudiantes, sin excepción, lo cual, quizá ayudó a mantener las estadísticas y cierto ánimo, en algunos; pero también prolongó la apatía.

Sin lugar a duda, la pandemia dejó a la vista los grandes errores que se arrastraban en el sector educativo, las carencias de profesores, el desconocimiento de las autoridades acerca de la realidad escolar, la falta de infraestructura para desarrollar el trabajo pedagógico y, mucho menos, enfrentar una crisis. Nos mostró la necesidad de formar con sentido humano, después de que el neoliberalismo se enfocó durante los últimos años en erradicar las humanidades de los programas educativos, y fue justo lo necesitamos para sobrevivir a esta pandemia: literatura, filosofía, psicología, etc. Nos mostró que la educación no puede estar aislada de la sociedad ni de lo que suceda en ésta. Nos mostró que es necesario volver a las artes, al desarrollo del pensamiento y las emociones.

Apostarle únicamente al desarrollo tecnológico es crear una sociedad robotizada, con conocimientos prácticos, pero fácilmente reemplazables por las maquinas, más ahora en la era de la inteligencia artificial. Sobrevivir a una crisis como una pandemia, catástrofe natural o una guerra, requiere sobre todo de la capacidad de adaptación que caracteriza a los seres humanos.

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