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El mes de noviembre siempre está lleno de tradición e historia. Por un lado, nos preparamos y recibimos a las ánimas que regresan a convivir con nosotros durante todo el mes, dejándonos ver una serie de expresiones culturales y rituales de raíces prehispánicas que todavía se practican en diferentes países de América Latina, lo cual nos hacen reflexionar acerca del carácter fugaz de la vida.

Pero, al mismo tiempo, la muerte se hace presente en la memoria de hechos históricos, como la Revolución mexicana, y en nuestra realidad actual en la que el horror de la guerra nos lleva también a cuestionarnos la vida.

Hace unos meses nos indignaba la invasión de Rusia a Ucrania, las opiniones se dividían entre quién era el responsable, sí Vladimir Putin o Volodímir Zelenzki, como si de un partido futbol se tratara. De la noche a la mañana, los internautas se volvieron expertos en política internacional, repitiendo los argumentos que un medio u otro daba respecto del conflicto, sin saber –o analizar— el contexto histórico o los intereses de cada uno de estos. Sin embargo, la realidad ahí estaba para quienes lo estaban viviendo.

Hoy, la atención está centrada en el conflicto entre Israel y Palestina, que mantiene en angustia y miseria a los habitantes de la Franja de Gaza, un infierno como el que se vivió en Siria hace doce años, el cual parece haber quedado en el olvido mediático.

El mundo se ha levantado en manifestaciones a favor de Palestina, reclamando a Israel la ocupación de un territorio que no le pertenece y la respuesta genocida a los gazarines y palestinos, cuyas víctimas son, en su gran mayoría civiles, específicamente, niños.

Pero, estas manifestaciones no se vieron ante los sucesos en Níger—quizá porque no se han creído relevantes o porque occidente ha promovido el silencio de los medios—, que a pesar de ser un conflicto interno, ha derivado en que Francia instalara tropas en el territorio y manifestara públicamente su apoyo a las medidas tomadas por la Cedeao, organización internacional integrada por los países de África occidental y liderada por Nigeria y por Estados Unidos, que también tiene tropas en Níger, con la constante amenaza de intervención y de hacer de esta guerra local un conflicto internacional, como sucedió con Vietnam (1955-1975) o Corea (1950-1953) durante la Guerra Fría, que enfrentaron indirectamente a los Estados Unidos con la Unión Soviética y China.

Panoramas que no están totalmente alejados a una América Latina que vive una guerra contra el narcotráfico y el crimen organizado, en donde ciudades, como Cancún, Tamaulipas y Sinaloa, en México, conviven todos los días con el miedo y la muerte. 

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