Libros, lectura y sucesos

Verónica García Rodríguez: Libros, lectura y sucesos.

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Uno de los personajes más polémicos de la historia, sin temor a equivocarme, ha sido el libro, mismo que durante décadas se identificó como un objeto hecho de papel y tinta, pero que, con la llegada de la era digital, el concepto se abrió a nuevas posibilidades.

Ahora sabemos que un libro puede ser un archivo o plataforma que se puede leer o escuchar en cualquier dispositivo digital: computadora, tableta, teléfono; incluso, en vez de un librero físico, hoy podemos comprar un e-reader y almacenar cientos o miles de libros y tenerlos a la mano para disfrutar de su lectura en cualquier momento y lugar.

Esto nos remonta a la idea primigenia del libro, la cual va más allá de formato y, como en sus orígenes, se centra en la idea de la trascendencia, esto es el registro de los acontecimientos, aquellos sucesos que se desean comunicar, como lo hicieron los primeros hombres con las pinturas rupestres. Si nos damos cuenta, aun en medio de la vorágine de la mercadotecnia y de la industria editorial, el propósito del libro no ha cambiado.

El libro impreso, como lo conocemos y que muchos defienden como una necesidad o requisito para la transmisión de la cultura, es de manufactura reciente. Antes de la imprenta manual, en el siglo XV, los libros manuscritos no sólo eran escasos y muy difíciles de adquirir, ya que podían costar hasta lo equivalente a una herencia completa, sino que ya variaban en sus formatos: seda, tablillas, papiros y otros materiales que las civilizaciones antiguas usaron desde que se inventó la escritura. Es decir, el libro ha variado de acuerdo con las tecnologías de la época y la geografía.

La Unesco define al libro como una “publicación impresa, no periódica, que consta como mínimo de 49 páginas, sin contar las de cubierta”. Al mismo tiempo, en la actualidad se habla de los libros vivientes, habiendo incluso bibliotecas donde las personas, adultos mayores o especialistas, están disposición de las consultas del público, quizá podamos ver esto tan sólo como un performance; pero nos hace recordar que antes de la escritura, el conocimiento, las historias, mitos y poemas eran transmitidos en forma oral.

De hecho, Platón, en boca de Sócrates, se opone a la escritura, con el argumento de que con ésta se descuidaría la memoria y debilitaría la capacidad creativa y crítica que se lograba con la dialéctica; careciendo una falsa ilusión de la realidad y degenerando del pensamiento.

Hoy sabemos, que, quizá Platón tenía razón, sin embrago, aunque con la escritura dejó de utilizarse la memoria y el diálogo como única fuente de transmisión del conocimiento, estas habilidades no desaparecieron; de la misma manera, que ante la imprenta, que también generó polémica, la escritura manual no desapareció, pero permitió que el libro dejara de ser un objeto exclusivo de las clases privilegiadas, aunque hubo que esperar cuatro siglos, desde la imprenta de Gutenberg de tipos móviles, para que con la Revolución Industrial el libro pudiera producirse de manera masiva y llegar a manos de la población

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