Del poema a la canción

Verónica García Rodríguez: Del poema a la canción.

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Una de las muestras de comunicación entre la palabra creadora y nuestro día a día se da en la música. Muchas canciones que nos han acompañado en momentos especiales de nuestra vida, sin nosotros saberlo, surgieron como un poema que conquistó a algún músico, quien, a su vez, nos regaló la melodía para volverla canción.

Los ejemplos son muchos, pero haciendo un recorrido rápido por Nuestra América podemos iniciar en Uruguay: “si te quiero es porque sos / mi amor mi cómplice y todo / y en la calle codo a codo /somos mucho más que dos”. “Te quiero” de Mario Benedetti, es un canto que une el deseo de libertad y paz de los pueblos con el amor de una pareja que, como muchas, lucharon juntos y fueron separadas durante los diversos movimientos civiles de entonces. Musicalizado por Alberto Favero e interpretado por Nacha Guevara, este poema convertido en canción fue tomado por los jóvenes como un himno en medio del terror que vivió el sur de América Latina a finales de los 70.

Muy cerquita de ahí, en Argentina, se encuentran los versos de Raúl González Tuñón, que han sido cantados por los hermanos Cedrón: “Algunos llevan linterna sorda en el bolsillo. / Por otra parte, se enamoran de robustas muchachas, / coleccionan tarjetas postales y a veces /lucen un tatuaje en el brazo izquierdo, / una flor, un barco y un nombre: Rosita. / Todos los ladrones están enamorados de Rosita / y yo también”.

De Chile podemos recordar los poemas de Pablo Neruda que escuchamos en voz de Alberto Cortés, entre otros intérpretes: “Puedo escribir los versos más tristes esta noche. / Escribir, por ejemplo: La noche está estrellada, / y tiritan, azules, los astros a lo lejos. El viento de la noche gira en el cielo y canta”.

En Cuba, imposible dejar de mencionar a Nicolás Guillén, quien utilizó diversos recursos sonoros con la voluntad de lograr una expresión auténtica de la cultura mulata, y que Pablo Milanés, entre otros, nos los ha regalado como canciones: “¡Yambambó, yambambé! / Repica el congosolongo, / repica el negro bien negro; / congosolongo del Songo”.

Aquí, en México, una poeta que dejó ir su canto y su voz a través de los mares fue Rosario Sansores Pren, cuyo poema “Cuando tú te hayas ido”, fue descubierto por casualidad por Carlos Brito Benavides en uno de los periódicos que estaban en la pared de un bar con el objeto de contener la humedad y el frío. Le puso música y lo convirtió el conocido pasillo “Sombras”, una de las melodías más cantadas en Ecuador: “Cuando tú te hayas ido /me envolverán las sombras, / cuando tú te hayas ido / con mi dolor a solas / evocaré este idilio / y aquellas azules horas, / cuando tú te hayas ido / me envolverán las sombras”.

En Yucatán lo sabemos bien, nuestro corazón va del poema a la canción, porque en estas tierras la poesía y la música se unieron en la Trova Yucateca, con la cual poetas y trovadores nos han brindado tantas y tantas canciones que sería imposible tan sólo nombrarlas.

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