¿Confiaremos a ciegas en nuestros policías?

Gínder Peraza: ¿Confiaremos a ciegas en nuestros policías?

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Celular en la oreja, el vigilante privado caminaba por los pasillos del centro comercial, y claramente se escuchaba que discutía con otra persona. Al voltear, me vio acercándome a él y de inmediato me dijo con voz altanera: ¿A dónde va usted? “Estoy buscando un lugar para sacar fotocopias”. Aquí no encontrará nada de eso, repuso el grosero sujeto, quien no me dejó más opción que replicarle enojado: “Pero no por eso va usted a regañarme”. No lo regaño, solamente lo oriento, respondió el soberbio individuo.

Dale un poco de poder a alguien, y verás su verdadera personalidad, dice conocida frase. En las últimas semanas, las policías municipal de Mérida y del Gobierno del Estado han estado en boca de todos debido a nuevo caso de presunto abuso policiaco, que se cometió contra un joven veracruzano, que llegó de visita o en busca de empleo, y que habría muerto a consecuencia de una golpiza y una violación tumultuaria. La noticia ha estado presente en numerosos noticiarios de cobertura nacional, y alcanzó tanta importancia que el presidente Andrés López envió un grupo especial de investigadores de la Fiscalía General de la República, para que asuma las pesquisas sobre este presunto asesinato. La acción del Presidente encendió los ánimos de algunos sectores y fue calificada como una intromisión en la soberanía de Yucatán.

Hay muchos detalles más del caso y las investigaciones, pero queremos dar prioridad a un punto del ámbito social: ver a nuestros policías yucatecos exhibidos en las televisoras nacionales como agresores nos causa tristeza, desilusión, vergüenza y pena, y quisiéramos que su imagen de servidores públicos sea resarcida. Con un tanto de temor porque no sabemos totalmente de qué son capaces los malos mandos, insistimos en que tres factores generarían la corrupción del servicio policiaco, y son la excesiva permanencia de una sola persona en el cargo más importante del sistema; la impunidad con que quedan los malos elementos que maltratan a ciudadanos; y la tendencia a formar “cárteles” de comandantes policiacos que parecen sentirse más poderosos que su jefe máximo, y hasta pareciera que lo desobedecen a propósito, sin temor a una sanción.

Como en otros segmentos, este problema debe recibir atención ahora, pues de lo contrario en pocos años más lamentaremos la aparición de problemas más serios, ante los cuales cualquier observador nos preguntará: ¿Y cómo llegaron a este grado de inseguridad, de maltratos cuya atención no solamente resulta tardía, sino que también hunde en la ignominia a todos los policías del Estado, y sume en la preocupación a cientos de miles de yucatecos que ven cómo nuestra Patria Chica se llena de problemas graves cuya ausencia antes disfrutábamos? Y hay muchos más casos de abusos policiacos, cuyo ocultamiento no nos debe endurecer, sino llenar de vergüenza. ¿Cómo ve usted el caso, amable lector?

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