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Con frecuencia, en reuniones del sector energía en donde coincidimos profesionales de la generación de energía limpia simultáneamente con promotores de la eficiencia energética, ocurre que éstos últimos se pronuncian por limitar el desarrollo de proyectos de generación, hasta no haber llevado a cabo acciones de eficiencia energética, haber obtenido resultados y, realizado eso, implementar sistemas de generación de energía limpia. De un primer vistazo, esto suena razonable, ya que no tendría sentido invertir en generar una cierta cantidad de energía, por muy limpia y barata que ésta sea, si va a desperdiciarse. Por lo general coincido con esta idea, y cada vez que tengo oportunidad insisto en que las facilidades con que hoy contamos para generar energía con sistemas de paneles solares no debe ser un pretexto para dilapidar los recursos energéticos.

En los edificios, las oportunidades de eficientar el uso de la energía pueden ser muy variadas y amplias. Unas dependen del diseño mismo del edificio, conceptos que trata con amplitud la especialidad de la arquitectura bioclimática. Adaptar y reacondicionar edificios para incorporar medidas pasivas que favorezcan el control de la temperatura, la humedad, la ventilación y la iluminación natural puede demandar intervenciones muy tardadas y costosas, lo mismo que adicionar equipos y sistemas de automatización y control, algunos de ellos con la utilización de inteligencia artificial, que pueden resultar muy efectivos para alcanzar ahorros en el consumo energético.

Pero su complejidad y costos, contra la incertidumbre acerca de la verdadera efectividad que pueden tener estas medidas, ha hecho que las personas se rehusen a adoptar muchas de estas propuestas atrevidas. Y entonces optan por recurrir a recomendaciones conductuales, de baja o nula intervención física, y también de muy bajo costo, como la concientización para apagar los aparatos o la iluminación que no se esté utilizando, establecer la temperatura del aire acondicionado en niveles de confort mas no de frío, u otras actividades que dependen del convencimiento personal y la disposición a obedecer las reglas. El problema estriba en que estas pequeñas mejoras incrementales, dependientes exclusivamente del cambio de hábitos de conducta, en el mejor de los casos pueden alcanzar ahorros de entre un 2% y un 7%. Por otro lado, los sistemas de generación han demostrado su efectividad expedita, se realiza la inversión, se instalan los paneles solares, y de inmediato el recibo baja a cero o en el porcentaje que uno desee.

Por consiguiente, creo que no conviene condicionar la generación a la obtención de resultados de eficiencia, pero también reconozco la necesidad de no rendirse ante la mayor incertidumbre y dificultad para convencer de las medidas de eficiencia y conservación. Ambas acciones deben recorrer la hoja de ruta de manera simultánea. La urgencia por resolver la crisis climática que agobia a la humanidad requiere que se incremente la ambición de las acciones y la velocidad de su implementación, por eso no queda lugar para estar estableciendo turnos. Más bien pienso que ninguna de las dos medidas debe anteponerse a la otra, se trata de dos magníficas aliadas, que deben darse la mano y caminar juntas.

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