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Ha dejado de ser atípico utilizar la palabra atípico, lo cual invita a dudar que lo que se califica de atípico realmente sea atípico. Y no es que me haya dado por jugar a los trabalenguas, más bien es una reflexión que hago y que propongo para revisar bajo una luz distinta algunos acontecimientos que ocurren en estos días.

Desde que se empezó a abusar en años recientes del calificativo “atípico” para referirse a algunos fenómenos meteorológicos y medioambientales, me empezó a parecer que, en lugar de adjetivo, se estaba usando como pretexto. Si se derrumbaban unas viviendas ubicadas en la ladera de algún cerro debido a las lluvias, en vez de reconocer el error y sancionar al responsable de haber autorizado ahí su construcción, inmediatamente salía el funcionario a declarar a los medios que la intensidad de las lluvias había resultado atípica. Si se derrumbaba una estructura de un anuncio espectacular por un viento repentino, nunca se aludía a la carencia de un diseño estructural realizado por un buen ingeniero civil, sino a lo atípico de los vientos.

Todo aquello que se aparta de los tipos comunes y conocidos, que tiene características peculiares, es atípico. Es un adjetivo que califica a las cosas diferentes, que no se comportan de acuerdo con un modelo representativo de los demás de su clase, y puede asociarse a ideas como extraño, raro o irregular, que no sucede con frecuencia o en las condiciones y circunstancias en las que ahora sucedió.

Aquí en Mérida, en la mitad de esta semana, ocurrieron lluvias intensas que causaron inundaciones en calles, estacionamientos y edificios, pero ¿en realidad estamos ante un suceso atípico? Es probable que, comparado con la baja o nula probabilidad de ocurrencia de algo así en el pasado, podamos decir que sí, pero si la causa de que esto ocurra es la alteración permanente de las circunstancias imperantes, sería de esperarse que a partir de ahora esos eventos sean lo común y por lo tanto ya no serían atípicos.

El cambio climático ha incrementado las temperaturas promedio, por lo tanto hay más evaporación, y en consecuencia una mayor cantidad de vapor de agua está presente en el ambiente; al condensarse y caer en forma de lluvia, ésta necesariamente será muy intensa, causando el colapso de los sistemas de drenaje y otros daños a las obras de infraestructura o a nuestros bienes.

Similares explicaciones podrían tener el exceso de sargazo en algunas playas del Caribe mexicano, que ya ha dejado de ser algo atípico, y hasta el accidente aéreo ocurrido en Durango. Y pienso que mientras sigamos atribuyendo a estos eventos una atipicidad que ya no tienen, podríamos ser omisos en la implantación de medidas preventivas, correctivas, de mitigación o de incremento de la re-siliencia, que es con lo que se podría enfrentar exitosamente el cambio climático.

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