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En un interesante artículo, Rafael Euba, trata de convencernos de dejar de intentar ser felices, ya que no estamos diseñados para ello, a través de sus reflexiones ataca y, con muy buenas razones, a la llamada “industria de la felicidad” que ha tenido un importantísimo desarrollo en el mundo occidental, específicamente en Estados Unidos, la idea de que la felicidad es un derecho ha impulsado todo tipo de recetas “infalibles” para ser feliz.

Nos explica Euba, que no hay ninguna región de nuestro cerebro en la que pueda ubicarse la felicidad, no existe ni una sola base neurológica para asegurar que la felicidad es propia del ser humano, estamos, dice, mucho más condicionados para sobrevivir y reproducirnos que para ser felices, incluso identifica a la moral cristiana como un instrumento que intenta mediante el control del deseo, el desapego y la renuncia, el remedio a nuestra incapacidad natural para ser felices, nuestra infelicidad es genética y no es nuestra culpa ser infelices.

El autor intenta moderar los excesos de los “fabricantes de la felicidad”, en la que se han convertido grandes huestes de merolicos, asegurando poder venderte la receta de una felicidad que ni siquiera requiere algún esfuerzo, su intención es loable, pero se aleja tanto de estos mercaderes, que lleva su postura al otro extremo del péndulo, a una radicalización que niega por naturaleza la posibilidad del ser humano de ser feliz.

Hay entre todas sus líneas, una muy pequeña frase, escrita casi como con vergüenza, una que asegura que la felicidad es una construcción humana y he aquí, que prácticamente sin concederle importancia el escritor, encuentra su respuesta.

Efectivamente la felicidad es una construcción humana, razón por la cual Bernard Shaw aseguraba que “No tenemos más derecho a consumir felicidad sin producirla, que a consumir riqueza sin producirla”, una felicidad que no ha sido trabajada pudiera ser menos “feliz”, porque no hay mayor goce que el disfrutar lo que ha salido de tu esfuerzo, no felicidades inesperadas o “caídas del cielo” para disfrutar sin mérito alguno.

No estamos diseñados para vivir en una felicidad permanente y eterna, pero sin duda nos ha sido dada la capacidad de construir nuestra propia felicidad, ser feliz no es para cobardes, ser feliz da trabajo, implica esfuerzo permanente, es feliz aquel que se empeña en serlo y para eso trabaja; probablemente la cuestión no es dilucidar si el hombre está diseñado por naturaleza para ser feliz, sino si tenemos la capacidad de serlo, indudablemente la capacidad está ahí, es nuestra decisión llevarla a la realidad o no.

Euba señala que la infelicidad te hace humano, siento contradecirlo, es la capacidad de construir tu felicidad la que te hace plena y auténticamente humano.

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