La historia del sismo de este 19 de septiembre no se inicia a las 13:14 horas como marcan los registros oficiales. Comienza exactamente 32 años atrás, en 1985, cuando unos minutos bastaron para que se consumara la tragedia más grande de México en décadas.

Y aunque en un principio parecía una cruel broma de los destinos que un terremoto de gran magnitud ocurriera en esta misma fecha, ahora representa para los mexicanos una señal clara de que las tragedias nunca desaparecen por completo, y no sólo eso, sino que pueden hacerse tan grandes como Dios o la vida así lo disponga. Imagina cómo se sentiría una madre si murieran dos de sus hijos en una misma fecha. Así se sentirá la patria ahora cada diecinueve de septiembre. Es por eso que el nuevo sismo no solamente representa para los mexicanos más de 300 muertos, cientos de heridos y miles de familias que se quedaron sin casa. Representa un trauma colectivo que habrá que superar con el paso de los años, cuestión que nunca ocurrió con el sismo de 1985.

Según el fallecido escritor Ignacio Padilla, el 85 es una de las tragedias colectivas que más han impulsado un cambio en las estructuras mexicanas. La corrupción y las malas maneras que gobernaban el país, y que se escondían entre los cimientos del sistema, fueron de las primeras cosas que quedaron descubiertas cuando se removieron los escombros. Lo anterior impulsó una reacción social pocas veces vista; pero Padilla también creía que nunca se lograron asimilar todas las emociones que el sismo del 85 provocó en los mexicanos, cuestión que solamente se puede lograr a través del arte.

Tristemente muchos años después se repite la historia, y parece inevitable que a partir de ahora cada 19 de septiembre el miedo vuelva a nacer. Quizá a los mexicanos sólo nos queda entender que una tragedia nunca se borra, solamente se hace parte de nosotros y aprendemos a sobrevivir con ella.