Curvas del camino
Sergio Esquivel: Curvas del camino
Te mentiría si te dijera que está fue mi semana más productiva (no lo fue). Y no es porque no le haya puesto las horas que requería, se las puse, simplemente la mente no estaba ahí. Gran parte de mi tiempo me dedico a ejecutar algún plan. Estrategias ya armadas y planeadas con anticipación, por lo que es muy fácil ir paso a paso, siguiendo un proceso que ya conozco, evitando distracciones. Sin embargo, otra buena parte de lo que hago todos los días implica algo que demanda de mucha concentración: Escribir.
Pero esta semana me tuve que enfrentar a sentarme a escribir mientras la mente simplemente no encontraba la calma. Pensando en mil cosas a la vez. Si bien existen técnicas, fórmulas probadas, estructuras a las cuales podemos apegarnos, la realidad es que a la hora en la que te enfrentas a una hoja en blanco, hay una parte del trabajo que requiere de un empujoncito de inspiración.
Te platico esto, porque realmente me sentí bloqueado. Así pasa. Ni modo. Somos humanos y estas cosas suceden. ¿Qué significa esto para mí? Trabajar el doble. ¿Por qué? Porqué una de las formas que he encontrado que me funcionan para desbloquearme es escribir lo mismo en al menos 3 formas diferentes.
Me reto a hacerlo de esa forma, eligiendo adjetivos diferentes, signos distintos, formatos más cortos, más largos, en fin… Cuando logro concentrarme intento hacer de más. Aprovechar el impulso y el ruido interno para darle diferentes voces al mismo mensaje. ¿Me toma más tiempo? Sin duda. Pero los resultados lo valen.
Termino escribiendo mucho y no me enfoco en corregir, ni revisar nada. Sé que no estoy exactamente en el “mood” correcto. Y entonces aplico la técnica de Gabo. (Si, de García Márquez. Así le decimos los que pretendemos ser sus amigos).
La leyenda cuenta que Gabo terminaba un borrador y lo enterraba al fondo de un cajón por meses… Y no era hasta después de haberse desconectado totalmente del texto que lo volvía a abrir. Entonces, bordeando lo absurdo de la comparación (porque ni yo soy Gabo, ni estoy escribiendo “Cien años de soledad”), intento duplicar o triplicar mi trabajo para encontrar en ese esfuerzo extra el sentido de lo que quiero comunicar. Me alejo de la practicidad de la rutina con la que me manejo normalmente. Guardo mis propuestas triples y no es sino hasta un par de días después que les doy una revisada. Libre de emoción, las descubro nuevamente y puedo con cabeza fría definir si alguna funciona.
No somos infalibles. No somos máquinas. La vida a veces mete la mano y nos obliga a dar una curva de más, a rodear el pantano apestoso de la falta de ideas.
Hay que saber ponernos creativos para sortear esas rutas alternas que nos hacen más largo el camino.