En defensa de la alegría
Por algo nos quedamos aquí y me gusta pensar que es para construir en más de un sentido...
Dicen que los tiempos difíciles sacan lo mejor de las personas, inclusive fortalezas desconocidas para los que en el momento crítico no dudan en estar y ayudar arriesgando su propia vida. Eso queda más que demostrado después del temblor que cimbró a la Ciudad de México. La solidaridad de las personas; armando despensas, donando, abriendo casas y negocios para que los que se quedaron sin hogar tengan techo y comida.
Los negocios pusieron mesas en sus puertas con comida y bebidas para voluntarios y brigadistas. Los artistas saturaron los albergues ofreciendo sus espectáculos gratuitamente para que los damnificados vivan espacios de divertimento y relajación.
“Tu casa es mi casa”, se cumplió al pie de la letra; es más, se transformó en: “Tu dolor es mi dolor, tu ausencia es mi ausencia”. Poco a poco, las puertas de los negocios vuelven a abrirse. El miedo deja de ser una nube que se eleva sobre nosotros y amenaza con aplastarnos. Esta semana los teatros elevaron sus telones, cambiando el pago de los boletos por víveres para los damnificados. Creo que es vital recuperar nuestra salud mental, relajarnos un poco y recuperar nuestra alegría. Y eso también nos lo permite el teatro.
Los últimos hechos demuestran que los mexicanos tenemos muchas razones para recuperar nuestra alegría; hemos mostrado nuestra solidaridad, nuestra capacidad de organización, empatía, amor a la vida, generosidad y una gran capacidad de empezar de nuevo. En defensa de la alegría es importante decir que la tristeza puede conducirnos a una depresión que opaque la maravilla de estar vivos. Por algo nos quedamos aquí y me gusta pensar que es para construir en más de un sentido.
Construir una sociedad que sabe del enorme potencial que tiene en su voluntad, construir nuevas paredes desde los escombros, construir puentes de comunicación que sean los caminos que cambien este panorama antes tan oscuro y ahora iluminado por la solidaridad, construir desde el cansancio de los que siguen escarbando entre los escombros para encontrar cualquier señal de vida: esa es hoy nuestra alegría favorita.
Hace unos días vi unos mariachis cantando en el parque con unos cascos en la cabeza, lloré de la emoción, las notas calaron hondo al pedirle a México: “Canta y no llores”. Sí, México, llora a tus muertos, pero también canta porque esta desgracia nos ha mostrado que muchos mexicanos tienen un corazón de oro.