Falsificar y exotizar lo maya
Joed Amílcar Peña Alcocer: Falsificar y exotizar lo maya
“La cultura maya es un activo económico”, esa es la realidad desde la que se articulan numerosas organizaciones y propuestas turísticas. Una visión que a todas luces instrumentaliza las formas de vida de miles de personas que, como colectivo social, enfrentan un sinnúmero de situaciones de vulnerabilidad. Es una perspectiva cosificadora, reduccionista, discriminatoria y de exotización, dentro de este último calificativo bien trata de ocultarse un imaginario atravesado por el racismo. A estas alturas del partido, del siglo y de la historia, debería ser un común denominador el rechazo a cualquier expresión de este tipo, pero no es así.
Desde hace varias semanas las redes sociales son el espacio de difusión de la campaña publicitaria del “Páayt´aan, festival de música y espiritualidad del mundo”, actividad turística que tiene como sede a la ciudad de Izamal. A pesar de no promocionarse explícitamente como un festival de cultura maya es evidente la referencia que hace de ella a través del
nombre y los motivos de diseño elegidos.
Actividades como esta ponen en riesgo a las comunidades mayas, haciéndolas invisibles y restando valor a sus formas de vida actuales, a su cultura, suplantándolas con escenificaciones y burdas falsificaciones. ¿Qué tipo de espiritualidad
ofrece este festival con nombre maya y referencias a iconografía prehispánica? La de la falsificación. Esta práctica de apropiación cultural desde grupos privilegiados ya ha sido expuesta por diversas personas que forman parte de las comunidades indígenas cosificadas por diversas organizaciones e instituciones.
Si quieren “escuchar la voz de la ceiba”, aprender “posturas ancestrales”, “leer el oráculo”, “colgar su sueño en el altar de los tres niveles” y con ello continuar haciendo invisible las comunidades mayas pueden ir a este festival. Las frases entrecomilladas en este párrafo son parte de la oferta del Páayt´aan, un atractivo turístico que sólo refleja la mirada de
la blanquitud sobre lo maya: lo exótico. Ninguna de estas propuestas tiene una base cultural o histórica real, a través de ellas se crean estereotipos que borran las prácticas comunitarias, la cultura viva. Esta espiritualidad de cargar energía, vibrar alto, escuchar a los árboles y colgar sueños es propia de los nuevos movimientos espirituales occidentales, nacidos del propio capitalismo que volvió mercancía la creencia.
Diversos académicos y activistas mayas han señalado que este festival es una falsificación que posee vínculos con instituciones relacionadas al tren maya. No perdamos de vista que en esta zona, especialmente desde Kimbilá, se cuestionó en comunidad este proyecto.
El turismo como falsificación y apropiación es una de las prácticas más penosas y que mayor afectación deja sobre los pueblos indígenas. A propósito de casos como éste, la activista y escritora ayyujk Yásnaya Elena A. Gil, apunta que: “más que leerse como una apropiación cultural donde un grupo privilegiado toma un elemento cultural del grupo oprimido, y de esa forma invisibiliza a este último, reforzando estereotipos […] se leen como un tributo que el país le rinde a sus ‘raíces’ indígenas”. En esto último es donde está el problema que muchos se niegan a reconocer.