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Teniendo una de esas charlas que comienzan triviales y finalizan con profundidad, no pude evitar el iniciar una reflexión que me acompañará el resto de mi vida. Tocando temas de lo que sucede y de aquello que permanece inconcluso, se desprende lo siguiente: no son tus zapatos. Pero, ¿cuál sería el significado de dicha expresión?

Iniciemos el tema con una ejemplificación de lo antes mencionado. Supongamos que vamos caminando por un centro comercial y, detrás de un aparador, un par de zapatos logra captar nuestra atención. Pudiera ser que de modo intencional hayamos acudido con el fin de comprar unos porque los requerimos o simplemente al verlos nos atrapan. Quizás invertimos mucho esfuerzo para adquirirlos y que sean nuestros, o tal vez estábamos más que listos para convertirlos en parte de nosotros.

Sin embargo, todo cambia al realizarnos una prueba y descubrir que son un poco incómodos o más grandes o pequeños de lo que se calza, pero es tanto lo que se desean que se adquieren y, con el paso del tiempo nos percatamos que no son como imaginábamos llegando a lastimar o incluso romperse. Pero te encantan tanto que no importa todas las venditas que tengas que colocarte en las heridas y tampoco las veces que debas enviarlos a reparación. Y algún día, después de tanto pensar, deberás dejarlos.

¿Acaso lo descrito te pareció familiar? En traducciones de vida el significado sería el siguiente: los zapatos son las personas, relaciones, lugares, situaciones, empleos, entre otros tantos. Con ellos, en algún momento de la vida hemos tenido el mismo dilema: permanecer o darle paso a lo nuevo. Porque, por increíble que parezca, existen seres humanos que invierten mucho tiempo tratando de que su vida encaje en la vida de los demás o en alguna circunstancia adversa.

Un sinfín de recuerdos pueden llegar a la memoria y con ellos nos percatamos de las ocasiones en las que alguien ha tenido que conservar el mismo empleo a pesar de no sentirse pleno en él; igualmente ocurre con quienes continúan rodeados de personas que los disminuyen con tal de evadir la soledad haciendo a un lado el valor propio.

Aprendamos que lo que sea para nosotros fluirá de forma natural, sin pedir ni esperar. Si desde el inicio tus zapatos te dañan, no los tomes y considera otras opciones, pues nadie merece vivir con una pena. Así que no te preocupes, nunca es tarde; y si los adquiriste, pero no funcionaron por más que lo deseaste, hiciste tu mejor esfuerzo; si por el contrario te dejaron en el camino, simplemente no eran para ti porque no supieron seguirte el paso; pero sigue intentando pues habrán tantos zapatos en el aparador como peces existen en el mar, sólo es cuestión de encontrar los tuyos o mejor aún, permitir que ellos te encuentren. Gracias a todos los zapatos que nos hicieron elegir mejor, que nos hicieron cambiar nuestros enfoques y a los que no soportaron nuestros pasos. Nunca olvides que si las cosas las tienes que forzar, entonces no son tus zapatos.

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